Clint Eastwood y la ambigüedad
ideológica
La “perfomance” del
director de “Bird” en la convención republicana ha causado estupor y polémica.
Se ha hablado nada menos que de fascismo y de anarquismo. No creo que sea ni
una cosa ni otra, o si acaso las dos según donde se ponga la cámara.
1. El gesto. El montaje dio la vuelta al mundo. Tenía barra
libre, y Eastwood se sentó frente a una silla vacía, en la que suponía debía de
estar el otro hombre del rey (el triunfalcapitalismo), y le reprochó el
incumplimiento de promesas como el cierre de Guantánamo, así como
sus políticas
laborales, que han elevado la cifra de paro en EEUU hasta los 23 millones de
desempleados. Según parece, los organizadores del evento se han disculpado
discretamente, asegurando que no se esperaban eso, que no estaba programado
así, que llamaron a Harry el Sucio y les vino Émile Zola, que no saben ni quién
es, monologando otro J´accuse. Curiosamente, antes de escribir este célebre
panfleto, Zola había sido un tipo de derechas, un enemigo acérrimo de la
“Commune”. Las cosas pues, suelen ser más complicadas, sobre todo en los
artistas y escritores.
2.Cómplice. Lo que define la
excentridad es tanto lo que dice como donde lo dice. Lo que dice lo podría
haber dicho perfectamente la izquierda demócrata. Lo que define a Obama es que
a acabado haciendo justamente todo lo contrario de lo que prometía, y desde
este punto de vista las acusaciones del director de “El gran Torino”, se
quedaban más bien cortas. Sin embargo, al hacerla en el marco de una convención
de la fracción republicana del gran partido único que domina la escena política
norteamericana, el gesto resulta inquietante. Un amigo de Clint dirá que de
esta manera también acusaba a Romney que metería en Guantánamo a medio mundo.
En cuanto al tema del paro está claro que Romney será a Obama lo que Rajoy al
Zapatero, aquel que aseguró “no os defraudaré”. A lo que se podría responder
que lo que hacía Eastawood era actuar como cómplice, servir a la gente más
peligrosas y más cruel del mundo actual. Desde este punto de vista, su gesto
resulta sencillamente repugnante.
3. Ultraderechista.
De todos es sabido que entre los famosos del cine de ahora, los republicanos se
pueden contar con los dedos de una sola mano: Bo Derek, John Voigt, Bruce
Willies, Stallone y Schwatzeneger, claro. Entre los clásicos el panorama era
más incierto, y no es abusivo hablar de la existencia de unas buenas dosis de
fascismo en John Wayne, James Stewart (del que recuerdo una entrevista
escalofriante a favor de Reagan y de la “Contra” nicaragüense), y por supuesto
en Ronald Reagan. También es sabido que Eastwood pertenece desde siempre a esta
tradición. Igualmente lo es que en la primera parte de su larga trayectoria
(menda lo recuerda de una película de la mula Francis), Eastwood demostró
ampliamente su derechismo, incluso en una breve y controvertida actuación
política como alcalde. Esta vocación resulta especialmente presente en la saga
abierta por La jungla humana (Coogan’s Bluff, USA, 1968), y en sus numerosas
secuelas protagonizada por Harry el sucio. Esta serie se encuadra en un proceso
reaccionario que traduce por un primacía del “trhiller” protagonizado por
policías o padres vengativos a los que les estorban las leyes, los abogados, y
los policía blandos. Había pues un Clint Eastwood ultraderechista, uhn
miserable que realizó panfletos tan vomitivos como Firefox (1982). Esta
tendencia, la peor y las repulsiva de toda la historia del cine negro. Se hizo
apestosamente agobiante en las últimas décadas del siglo XX, y llegó al gran
público (sobre en la pequeña pantalla) con los rostros del último John Wayne,
Charles Bronson, Chus Norris, y un largo etcétera.
4. “Harry
el sucio” y demás. Sin embargo, también es cierto que en el
caso de Eastwood estos inicios se dieron de la mano de Donald Siegel, uno de
los grandes del mejor cine B (autor de obras maestras como La invasión de los
cuerpos vivientes), y como resultaba bastante propio en Hollywood, capaz de
alterna percepciones sociales, políticas y morales contrapuestas. Esta
ambivalencia se puede encontrar en los clásicos, por ejemplo, Raoul Walhs
realizó películas tan opuestas como la militarista más allá de las lágrimas, y
la antimilitarista, Los desnudos y los muertos)….Eastwood hizo con Siegel
varias películas, algunas tan inquietantes como The beguiles (El
seductor,1968), e hizo otra cosa más: comenzar a aprender el oficio de
realizador que comenzó a sorprender con la misógina Escalofrío en la noche
(1971)…Pero luego viene Bird, una película en la que Eastwood se pone al
servicio del “anarquista” Charlie Parker, y lo hace incluso con más convicción
que en su fase anterior, tan cínica. Luego viene todo lo demás, su díptico
sobre la segunda guerra mundial y el Japón, La bandera de nuestros padres e Iwo
Jima representan, total y completamente, el reverso de la “filosofía” de su
mayor referente cinematográfico: Arenas sangrientas (Iwo Jima, USA, 1949),
realizada por Allan Dwan (un antimarcarthista de pro), al servicio de un John
Wayne dispuesto a hacer olvidar de que en realidad, él no pegó ni un solo tiro.
5. ¿Fascista?, ¿anarquista?...Ni una cosa ni otra, la
existencia de una considerable dosis de fascismo en su “republicanismo” no
equivale a que Eastwood sea un fascista, el fascismo es otra cosa; la asunción
de un discurso libertario –la verdad hasta las últimas consecuencias- de su
fase final como realizador, tampoco excluye la parte de Mr. Hyde. Nos guste o
no, los artistas y los escritores pueden orientarse y desorientarse, los
ejemplos sórdidos abundan. El anarquista William Godwin fue después un
descarnado “torie”, Orwell definió al autor de Los viajes de Gulliver como un
“anarquista tory”, y la verdad es que la definición es tan desconcertante como
adecuada. Por aquí tenemos casos como el de Unamuno que desde el socialismo
acabó abrazando el “Movimiento” de unas hienas que avergonzarían a las hienas,
pero al final supo recobrar su mayor dignidad.
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