IV Orwell Day en el CCCB de Barcelona
Este año se celebra la cuarta edición
del Día Orwell en el CCCB el lunes 6 de junio a las 18:30. Este año la
celebración tendrá como protagonistas a Miquel Berga, profesor de literatura inglesa
en la UPF, con
toda seguridad el principal especialista en Orwell entre nosotros, mientras que
uno de los protagonistas de Tierra y
Libertad (Ken Loach, RU-España, 1995), actor Marc Martínez leerá fragmentos
del homenaje Cataluña
Pasan los años, las décadas, pero
Orwell sigue vivo en las estanterías de las librerías y bibliotecas. Se vuelve
a editar a Eric Blair, mucho más conocido como el escritor George Orwell,
seudónimo literario de fama mundial al que sus detractores contextualizaban
como un “producto de la guerra fría”. Estas ediciones que se suman sobre
otras anteriores, confirman una vez más la persistencia del autor de Rebelión
en la granja como una figura canónica en la poderosa literatura británica
del siglo XX, que tiene además, por decirlo así, un pie en España. Esta
proyección es la consecuencia de una biografía personal bastante singular (la
de alguien que, por decirlo en palabras de Max Ernst, "se busca a sí
mismo pero nunca acaba de encontrarse"), y una vocación literaria
singular, una síntesis que ha acabado ocupando un lugar singularizado en el
imaginario colectivo. De ahí que haya sido objeto de tantos ensayos
biográficos, buena parte de los cuales han sido vertidos al castellano.1/.
Aunque no estoy tan seguro como
parece estarlo el finado y polémico Christopher Hitchens, en afirmar que Orwell
“acertó” en relación a los tres grandes “ismos” que marcaron el
siglo XX, y que acertó en su antiimperialismo, su antifascismo y su
antiestalinismo (La victoria de Orwell, Emecé, 2003), porque creo que su
visión política es tan cuestionable como cualquier otra, entre otras cosas
porque Orwell careció de una formación de primer orden, y muchas de sus
apreciaciones fueron en mi modesta opinión, justamente criticadas por contemporáneos
suyos tan sólidos como lo fueron Isaac Deutscher o Raymond Willians, desde
luego mucho más rigurosos que Hitchens, que parece ir de campeón cuando
escribe
Pero de lo que creo que no hay duda
es en que Orwell ofreció un testimonio al máximo riguroso posible de estos
grandes “ismos”, como lo es que su destino le llevó a vivir en primara
fila en el fragor de estas tramas, y que lo hizo siempre críticamente,
alejándose del rebaño y del pensamiento dominante. Orwell denunció de manera
despiadada el racismo y la crueldad del imperialismo británico, hasta el punto
de compararlo con el fascismo en las páginas que dedicó a Birmania, y que sus
denuncias contra las autoridades británicas por sus complicidades con el
franquismo fueron muy enérgicas en un tiempo en el que pocos lo hacían. De
hecho, Orwell había roto desde muy joven con las aspiraciones de su clase
social para acercarse y encontrarse con la clase obrera –siempre “a su
manera”-, para recabar en la izquierda radical del momento, el ILP, el veterano
Independent Labour Party 2/, una militancia que le llevó a invertir sus ahorros
para marchar como voluntario a la guerra de España para recabar en un partido
POUM, el más implantado de los partidos comunistas de signo antiestalinista.
Eric era un vástago del Imperio,
hijo de un probo funcionario imperial y de una maestra, vino al mundo en un
remoto destacamento de India del Raj en 1903, pero al cumplir cuatro años, sus
padres lo llevan a Inglaterra para asegurarle una buena educación. El niño se
educa en consonancia con los “cuadros” que buscan servir a la Inglaterra eduardiana.
Gracias una beca puede acceder a la Universidad en Eton, un colegio tradicional y
elitista en el que aprendió que lo último que había que ser en esta vida era
una buena persona. El contraste entre sus orígenes sociales –altos en
apariencia, bajos en la base económica-, así como su sensibilidad crítica,
llevan a Orwell a una creciente empatía con los marginales, fuesen vagabundos
urbanos, trabajadores sometidos, mineros combativos o milicianos
revolucionarios.
No obstante, por razones que no
quedan claras, Eric acabó en Birmania enrolado como soldado profesional al
servicio de la policía imperial británica. La consecuencia será una
radicalización, Orwell descubre la cara más odiosa y repulsiva del imperio, y
sobre esta experiencia escribirá una novela, Días de Birmania, publicada
en 1934, y que figura entre las más emblemáticas del pensamiento
anticolonialista británico que vive en los años treinta, tiempos de rechazo.
Deja el Ejército colonial a los cinco años, y se propone reanudar el camino que
antes había soñado. Quiere ser escritor, y explorar las condiciones de vida de
lo que su admirado Jack London llamaba el “foso social”. A tal efecto,
sigue el camino del autor de Gente del abismo, y se interna disfrazado literalmente
de vagabundo por las casas de caridad del East End londinense, y por el Paris
de los clochards. El resultado de este descenso a los infiernos será su
primer libro, Sin blanca por París y Londres (1933), y la adopción del
pseudónimo George Orwell, nombre con el que conocerá una intensa carrera que va
a durar tan sólo 16 años, con un punto final en que encierra todo lo que odia
con 1984, una obra que ya no podrá defender ni explicar, ya fallecerá a
los pocos meses después, en enero de 1950, con 46 años. Entre el primer y el
último título se citan tres muy propios de un autor comprometido con su tiempo.
El primero fue El camino a Wigan
Pier, un encargo de Victor Gollancz, animador del Left Book Club, y
un trabajo en línea del primero solo que ahora se trata de las condiciones de
vida de los mineros en el norte industrial de Inglaterra, una experiencia
primordial para entender su paso siguiente, su aproximación al ILP, a pesar de
todas sus dudas, y su paso siguiente, su compromiso con la lucha antifascista
que se inscribe en el mismo cuadro del soberbio plantel de voluntarios
británico que intensamente asqueados con la política “liberal” y apaciguadora
de su gobierno, marchan a España. De esta experiencia saldrá Homenaje a
Cataluña que a vez, preludia su obra maestra, Rebelión en la granja.
No hay que decir que Orwell no sería
tan celebrado aquí sin su “guerra de España”. Su testimonio sigue provocando
una enconada polémica. Tanto Homenaje a Cataluña como sus numerosos
artículos y cartas sobre la guerra española, le han convertido en escritor más
leído de todos los que pasaron por aquí, incluyendo algunos tan célebres como
Ernest Hemingway, John Dos Passos, André Malraux o Georges Bernanos. Esta
proyección comporta un desafío por cuanto su testimonio aborda el trasfondo de
las contracciones republicanas como un conflicto entre la revolución y la Realpolitik republicana, paradójicamente
representada sobre todo por el Partido Comunista (PCE), sección española del
partido de la revolución mundial, el Komintern.
Pero empecemos por el principio. El desconocido Eric Blair llega a Barcelona el día de San Esteban de 1936, y descubre la ciudad que había sido llamada La Rosa de Foc por sus agitaciones obreristas de signo anarquista /3, y en la flamea todavía el fervor revolucionario que se había desatado a partir de las jornadas de julio.
Pero empecemos por el principio. El desconocido Eric Blair llega a Barcelona el día de San Esteban de 1936, y descubre la ciudad que había sido llamada La Rosa de Foc por sus agitaciones obreristas de signo anarquista /3, y en la flamea todavía el fervor revolucionario que se había desatado a partir de las jornadas de julio.
En un principio, Orwell venía “a
matar fascistas”, y desde su punto de mira, ve con estupor lo que está
sucediendo. No es desde luego el único, nadie que estuvo allí vio otra cosa, y
los testimonios que abundan en este sentido son tan rotundos como el suyo. De
hecho se trata de algo muy sencillo, mientras que el gobierno del Frente
Popular temía más a una acción anarquista que a los golpistas cuyos pasos eran
conocidos, fue el pueblo en armas el que se impuso, obviamente arrastrando tras
de sí a los cuerpos de seguridad desbordados. La teoría no es lo suyo; hasta
entonces había permanecido ajeno a los debates que se estaban dando, sobre todo
en relación al ascenso nazi en Alemania. En cuanto a la opción por el POUM, no
fue premeditada. Inicialmente buscó la complicidad del PC británico, pero
siguió el curso de su partido, el ILP, una conexión que daba a las puertas del
POUM de Maurín y Nin.
Como escritor, podía haber escogido
el espacio propio de los cronistas, pero escogió el papel de soldado anónimo,
el último de la fila en la célebre foto Agustí Centelles. Entonces nadie lo
conocía fuera del reducido grupo de británicos cultos, y nadie lo reconoció
entre sus compañeros del POUM por más que luego lo recordaran. La foto ilustra
la primera frase de Homenaje a Cataluña: “En el cuartel Lenin de Barcelona,
un día antes de alistarme en las milicias populares...”. Lo que le sigue no
es un viaje interior en un frente descuidado desde que tomó parte en el vano
intento de tomar Huesca. Cuando regresa a Barcelona de permiso a finales de
abril de 1937, está animado por la firme decisión de lograr un cambio de
destino que tendría que llevarle directamente a las Brigadas Internacionales.
Como soldado que sabe el oficio, comparte la posición comunista de reorganizar
el Ejército popular de una manera militarmente más estricta y de concentrar los
esfuerzos en el objetivo de ganar la guerra, y piensa que la revolución puede
esperar para después, y observa con cierto desdén las polémicas entre los
milicianos más politizados aunque es evidente que comparte sus ideales.
Sería el azar el que le llevó a
vivir en primer plano los acontecimientos de Mayo de 1937, y entre la policía y
los obreros que erigen barricadas no tiene dudas. Se trata del panorama de una
Barcelona que presenta un cuadro muy diferente al que percibió a su llegada.
Todo comenzó cuando las fuerzas de orden público dirigidas por Rodríguez Salas,
turbulento militante del PSUC que provenía del BOC, trata de tomar por la
fuerza la Telefónica,
empresa gestionada por los sindicatos, sobre todo por la CNT. Para los
trabajadores es la gota que desborda el vaso, y la ciudad se cubre de
barricadas. Es la final de una lucha por la ciudad que había comenzado mucho
tiempo atrás. Desde la
Generalitat se baraja la posibilidad de bombardear los
barrios obreros, y otro veterano comunista, José del Barrio, espera las órdenes
del presidente Companys para hacerlo. La grieta entre la revolución y el orden
republicano que apenas si resultaba visible en 1936, se ha abierto, y se abrirá
todavía más con la campaña contra el POUM, el rapto y el asesinato de Andreu
Nin. /4
Éste no era un personaje más; había
sido secretario general de la CNT,
y luego hombre clave en la Internacional Sindical Roja así como uno de los
líderes más cultos e inteligentes de la izquierda marxista española. Detrás de
todo esto está la contrarrevolución dentro de la revolución en la URSS, donde paralelamente
Stalin estaba exterminando todas las oposiciones, sobre todo a los que llama
“trotskista”, al tiempo que había apostado por encajar la URSS en un pacto con las
potencias democráticas, las mismas que han optado por la política llamado de
no-intervención que les llevaría a darle la espalda a la República, y a reconocer
tempranamente a Franco.
La “guerra de España” de Orwell acaba escondiéndose en Barcelona donde la policía estalinista lo tiene fichado como “un fanático trotskista”, hasta que consigue huir. Toda esta experiencia –su viaje a la España, la Barcelona del 36, las historias del frente, mayo del 37 y todo lo que le sigue-, le llevan a escribir Homenaje a Cataluña, una auténtica obra “maldita” en vida del escritor –cuando fallece todavía queda un stock de ejemplares de una primera y dificultosa edición-, y en la que logra combinar sus mejores estrategias narrativas al servicio de una causa sobre la que pesará el ambiente de la II Guerra Mundial, y el apogeo del estalinismo que le seguirá. No será hasta los años sesenta que el homenaje será recuperado, e incluso vertido al catalán y al castellano aunque con un buen número de pasajes censurados o modificados. No ha sido hasta fechas muy recientes que ha conocido una edición completa 5/, y esto ocurre en un momento en el que el libro ha sido traducido a todos los idiomas cultos, y se ha convertido en uno de los clásicos de la literatura.
La “guerra de España” de Orwell acaba escondiéndose en Barcelona donde la policía estalinista lo tiene fichado como “un fanático trotskista”, hasta que consigue huir. Toda esta experiencia –su viaje a la España, la Barcelona del 36, las historias del frente, mayo del 37 y todo lo que le sigue-, le llevan a escribir Homenaje a Cataluña, una auténtica obra “maldita” en vida del escritor –cuando fallece todavía queda un stock de ejemplares de una primera y dificultosa edición-, y en la que logra combinar sus mejores estrategias narrativas al servicio de una causa sobre la que pesará el ambiente de la II Guerra Mundial, y el apogeo del estalinismo que le seguirá. No será hasta los años sesenta que el homenaje será recuperado, e incluso vertido al catalán y al castellano aunque con un buen número de pasajes censurados o modificados. No ha sido hasta fechas muy recientes que ha conocido una edición completa 5/, y esto ocurre en un momento en el que el libro ha sido traducido a todos los idiomas cultos, y se ha convertido en uno de los clásicos de la literatura.
Una guerra en la que Orwell, según
sus propias palabras: "desempeñé un papel tan irrelevante”, pero
que en su conjunto fueron unas “vivencias que no han disminuido sino
aumentado mi fe en la decencia del ser humano”, ha acabado siendo algo así
como una maldición para la historia tal como la concebían los partidos
comunistas que (desde 1956) tendían a separar el estalinismo de su propia
historia. Así en Cuando éramos capitanes (Dopesa, Barcelona, 1974),
Teresa Pámies escribe que Orwell era un señorito inglés que no creía en la
revolución de los parias, y que vino a España en busca de su “heure lyrique”
como André Malraux, aunque en un texto ulterior, Teresa reconocerá que si bien
Orwell "no era propiamente un revolucionario", sí se comportó
como tal (Romanticismo militante, ed. Galba, Barcelona, 1976, pg.
92-93), si bien lo más propio es omitir cualquier referencia en un tiempo en el
que el problema básico para la izquierda insumisa es demostrar que los
comunistas disidentes fueron las principales víctimas amén de los primeros
críticos del estalinismo.
Cuando el estalinismo ya resulta
indefendible, se trata de deslindar la
URSS de los años treinta -"¿paraíso o
infierno?", se pregunta inocentemente Pierre Vilar sobre el momento
más oscuro de su historia- de la actuación política nacional sea en relación al
Frente Popular francés, a la guerra de España o a la resistencia antifascista.
Obviamente, no era lo mismo ser “comunista” en la URSS en pleno apogeo del
estalinismo, que serlo en cualquier país en lucha contra el fascismo.
En esta historia –la del comunismo estructurado por la escuela estaliniana- es justo distinguir radicalmente entre el “aparato” más implicado en los métodos estalinianos, de los personajes que como Togliatti, Codovilla, Vittorio Vidali, alias Carlos Contreras, Geröe, Stepanov, Orlov, etcétera, que estuvieron en el “cerebro” de la política seguida por el PCE y el PSUC y sobre los cuales la historia ha ofrecido un juicio inapelable…
Esto sin olvidar la actuación de
decenas de miles de militantes que dieron lo mejor de sí mismo, y que creían
como Nuria Catalá, que “la
URSS sabía muy bien lo que hacía”, o del hijo de José
Robles Pazos, el intelectual republicano de izquierdas, según todos los
indicios, asesinado por el “aparato” estaliniano cuya historia narraría Ignacio
Martínez de Pisón en su obra Enterrar los muertos, siguiendo los trazos
de la obsesiva investigación de John Dos Passos, y que siguió siendo comunista
a pesar de todo. Curiosamente, se tiende a considerar como “comunista” a los
representantes de dicho “aparato”, mientras que el título se les niega a los
que acabaron sublevándose contra la línea oficial, entre ellos algunos tan
insólitos como el del último André Marty, o tan reflexivos como el del penúltimo
Fernando Claudín. /6 En esta historia –la del comunismo estructurado por la escuela estaliniana- es justo distinguir radicalmente entre el “aparato” más implicado en los métodos estalinianos, de los personajes que como Togliatti, Codovilla, Vittorio Vidali, alias Carlos Contreras, Geröe, Stepanov, Orlov, etcétera, que estuvieron en el “cerebro” de la política seguida por el PCE y el PSUC y sobre los cuales la historia ha ofrecido un juicio inapelable…
No es posible deducir de Orwell una
visión exclusiva de la guerra española unilateralmente como una “revolución
traicionada”, tal como pudo escuchar Ramón Moradiellos en un encuentro con unos
lectores británicos, obviamente reduccionista como suele ser propio de ciertas
militancias sectarias. Lecturas de la que –no habría que decirlo-, Orwell no
podía ser responsable. En esto de la guerra, la escuela que esté libre de
manifestaciones de esquematismos, que tire la primera piedra.
También se ofrece una escueta referencia en la obra de Fernando Hernández Sánchez en Guerra o revolución. El Partido comunista de España en la guerra civil (Crítica, Barcelona, 2011).
También se ofrece una escueta referencia en la obra de Fernando Hernández Sánchez en Guerra o revolución. El Partido comunista de España en la guerra civil (Crítica, Barcelona, 2011).
Son unas breves líneas en las que se
lee que “el testimonio autobiográfico (de Orwell) adquirió el valor
de un vaticinio sobre la dinámica del totalitarismo comunista en acción en el
contexto de la España
en guerra" (p. 24), añadiendo en una nota (p. 480) que “Homenaje
a Cataluña se ha convertido en la obra de referencia de los nostálgicos de
la `revolución traicionada´, con continúas reediciones desde su primera
aparición desde 1938”. Unos comentarios que, de entrada, nos trae ecos de
la cuando desde la izquierda se citaba con sorna la “revolución aplazada” de la Falange más “auténtica”.
Además ignora que entre la primera edición y la revalorización de la obra
medían al menos unas cuantas décadas. Paul Preston, llega a escribir: ”…George
Orwell, cuyas memorias del breve periodo que pasó en España han ayudado mucho a
quienes desean afirmar ya sea desde la extrema izquierda o desde la extrema
derecha, que la responsabilidad de la república española, recaía, en cierto
modo, más sobre Stalin que sobre Hitler, Mussolini o Neville o Chamberlain”.
Semejante apreciación no concuerda
para nada con lo que se puede leer a lo largo de un libro prolijo y puntillista
como el Homenaje a Cataluña. Y no digamos, de otras cosas escritas por
Orwell, y valga como ejemplo un artículo para The Observer (16/07/1944),
en el que se ofrece la siguiente síntesis sobre el final de la guerra:
“1. Franco entró en Madrid a comienzos de 1939 y se aprovechó de su victoria con la máxima crueldad...2) Los alemanes y los italianos intervinieron para aplastar la democracia española, para apoderarse de un importante punto estratégico de la futura guerra y, de paso, para probar sus aviones de bombardeo con poblaciones indefensas...3) La historia es repugnante a causa de la sórdida conducta de las grandes potencias y de la indiferencia del mundo en general (…) Los británicos y los franceses se limitaron a volver la cabeza mientras sus enemigos se alzaban con la victoria. La actitud británica es la más imperdonable, porque fue insensata a la par que deshonrosa... Los británicos dejaron que Franco y Hitler vencieran y que fuera Rusia y no Gran Bretaña quien se hiciera acreedora de la simpatía y gratitud de los españoles. Ha habido una acentuada tendencia a ocultar estos hechos, incluso a reivindicar la hostil ‘neutralidad’ de Franco como un triunfo de la diplomacia británica. La verdadera historia de la guerra civil española debería recordarse siempre como un ejemplo de la insensatez y mezquindad de la política de las potencias. Lo único que la compensa es la valentía de los combatientes de ambos bandos y la entereza de la población civil de la España republicana, que durante años pasó hambre y penalidades que nosotros no hemos conocido ni en los peores momentos de la guerra. 4. Los rusos entregaron una pequeña cantidad de armas y obtuvieron a cambio el máximo de control político (...) Durante un año o más, el gobierno de la República estuvo de hecho bajo dominio ruso, básicamente porque Rusia fue el único país que le echó una mano. El crecimiento del Partido Comunista de España, que de contar con unos miles de afiliados pasó a tener un cuarto de millón, fue obra directa de los conservadores británicos…”
“1. Franco entró en Madrid a comienzos de 1939 y se aprovechó de su victoria con la máxima crueldad...2) Los alemanes y los italianos intervinieron para aplastar la democracia española, para apoderarse de un importante punto estratégico de la futura guerra y, de paso, para probar sus aviones de bombardeo con poblaciones indefensas...3) La historia es repugnante a causa de la sórdida conducta de las grandes potencias y de la indiferencia del mundo en general (…) Los británicos y los franceses se limitaron a volver la cabeza mientras sus enemigos se alzaban con la victoria. La actitud británica es la más imperdonable, porque fue insensata a la par que deshonrosa... Los británicos dejaron que Franco y Hitler vencieran y que fuera Rusia y no Gran Bretaña quien se hiciera acreedora de la simpatía y gratitud de los españoles. Ha habido una acentuada tendencia a ocultar estos hechos, incluso a reivindicar la hostil ‘neutralidad’ de Franco como un triunfo de la diplomacia británica. La verdadera historia de la guerra civil española debería recordarse siempre como un ejemplo de la insensatez y mezquindad de la política de las potencias. Lo único que la compensa es la valentía de los combatientes de ambos bandos y la entereza de la población civil de la España republicana, que durante años pasó hambre y penalidades que nosotros no hemos conocido ni en los peores momentos de la guerra. 4. Los rusos entregaron una pequeña cantidad de armas y obtuvieron a cambio el máximo de control político (...) Durante un año o más, el gobierno de la República estuvo de hecho bajo dominio ruso, básicamente porque Rusia fue el único país que le echó una mano. El crecimiento del Partido Comunista de España, que de contar con unos miles de afiliados pasó a tener un cuarto de millón, fue obra directa de los conservadores británicos…”
Hoy se puede afirmar que las
estimaciones de Orwell están en cuestión; como no podía ser menos, el propio
autor proyecta sus dudas sobre lo que escribe. Se trata de un testimonio
escrito en base a reelaboración de su memoria, no es la obra de una
historiador, otra cosa es que, aún con todo, sea lo que es, el testimonio
literario más certero y brillante de todos los que se escribieron, y la prueba
está inscrita en su vigencia (y no será porque no ha tenido detractores desde
el primer día), y en un reconocimiento que persiste dos décadas después del
final de la guerra fría, y como parte de una vasta documentación sobre la que
los historiadores que perciben la guerra española –ante todo- como una guerra
de clases, siguen encontrando un material documental de un gran valor, incluso
cuando resulta cuestionable.
Otra cuestión es la evolución del último Orwell, no en vano se puede decir que 1984 es la obra de un enfermo.
Otra cuestión es la evolución del último Orwell, no en vano se puede decir que 1984 es la obra de un enfermo.
En los años cincuenta, no fueron
pocos los comunistas de estricta obediencia ni los Personaje complejo que busca
la verdad a sabiendas que se trata de un camino en sí, Orwell fue, entre otras
cosas, un radical de izquierdas, militante del POUM cuando este partido está
siendo perseguido, amén de uno de los fundadores de lo que luego sería Amnistía
Internacional, y denunció cualquier medida discriminatoria contra los
comunistas en su país. Y si fue anticomunista, éste no fue más veraz que el
presunto anticristianismo de Georges Bernanos, el viejo creyente autor del Diario
de un cura de aldea, que denunció la España franquista que se presentaba ante el mundo
como el “estandarte de la cristiandad”…
Notas
1/ Aparte de los ensayos publicados en la mitad de los años ochenta con ocasión del curioso impacto de la novela 1984, existen trabajos más recientes como el citado del convulsivo y a veces equívoco Hitchens, el de Michael Shelden (Orwell. Biografía autorizada, Emecé, Barcelona, 1993); Jeffrey leyeres (Orwell. La conciencia de una generación, Vergara, Barcelona, 2002), así como el sugestivo ensayo de Simon Leys, George Orwell o el horror de la política (Acuarela&Machado, Madrid, Madrid, 2010), así como mi ensayo La cuestión Orwell (Sepha, Málaga, 2008), que incluye un breve estudio sobre la bibliografía orwelliana en castellano.
1/ Aparte de los ensayos publicados en la mitad de los años ochenta con ocasión del curioso impacto de la novela 1984, existen trabajos más recientes como el citado del convulsivo y a veces equívoco Hitchens, el de Michael Shelden (Orwell. Biografía autorizada, Emecé, Barcelona, 1993); Jeffrey leyeres (Orwell. La conciencia de una generación, Vergara, Barcelona, 2002), así como el sugestivo ensayo de Simon Leys, George Orwell o el horror de la política (Acuarela&Machado, Madrid, Madrid, 2010), así como mi ensayo La cuestión Orwell (Sepha, Málaga, 2008), que incluye un breve estudio sobre la bibliografía orwelliana en castellano.
2/ El ILP fundado en 1873,
internacionalista en la “Gran Guerra”, se negó a asociarse con los comunistas o
a sumarse al Komintern, al que criticaba por su política sectaria…
3/ Sobre la Barcelona antes y
durante revolución resulta en todo punto
inexcusable La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto (Alianza,
Madrid, 2005), de Chris Ealham.
4/ Se ha tratado de resaltar el
asesinato de Antonio Sesé, dirigente del PSUC y secretario general de la UGT en oposición al de Nin. Este
paralelismo está expresado así por Hernández: “El de Nin no fue el único caso
de muerte violenta en aquellos trágicos días. Aunque es más escandaloso, por
las circunstancias que lo rodearon y lo emblemático de la víctima, la reseca de
los hechos de mayo dejó un reguero de sangre entre organizaciones durante
semanas –y hasta meses- posteriores” (p. 225).Sobre toda esta cuestión me
remito a mi libro, Un ramo de rosas rojas y una foto (Laertes, Barcelona,
2009), así como el reciente de Lluís Juste de Nin, Andreu Nin Siguiendo tus pasos (ISBN:
9788415944461), en catalán y castellano y cuya segunda edición ya está agotada.
5/ Se trata de la reciente edición
efectuada por Debate (Barcelona, 2011), que comprende la versión integral
traducida por Miquel Temprano García, con prólogo de Miquel Berga, que analiza
en detalle el curso de las diversas ediciones en castellano y catalán, amén de
unas notas de Fernando Casal que ha seguido la pista de Orwell en España a
través de las fotos de los lugares y de los personajes.
6/ Este lo hizo en una obra tan
ambiciosa y detallada como La crisis del movimiento comunista internacional, de
Komintern a Kominforn (Ruedo Ibérico, Paris, 1970), de Fernando Claudín. Perry
Anderson la definió como “la mejor exposición” entre las numerosos títulos
dedicados a “La historia de los partidos comunistas”, este “pese a su
distanciamiento de la textura de los acontecimientos, (ya que) intenta
constantemente mantener abierto un sentido de las alternativas realistas, en
cada una de las principales coyunturas del desarrollo del movimiento comunista”
(ensayo incluido en Historia popular y
teoría socialista, Ed. Raphael Samuel, Crítica/Grijalbo, Barcelona, 1984,
p. 164).
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