viernes, 3 de junio de 2016

Republicanos exiliados, exiliadas en el cine



Republicanos exiliados, exiliadas en el cine
Resultado de imagen de Republicanos exiliados No fue hasta 1989, con motivo del 50 aniversario del final (oficial) de la guerra, que desde un programa Documentos TV,  se dedicó al tema una serie documental titulada El exilio: La gran tragedia. Medio
siglo después (Fernando Jáuregui y Pedro Vega, 1989), un trabajo concebido como homenaje a los españoles que tuvieron que abandonar el país al término de la guerra sin entrar demasiado en el porqué 1/. Tampoco lo hará Exilio (2002),  un proyecto ideado por Alfonso Guerra en nombre de la Fundación Pablo Iglesias, que interviene en calidad de productora y que le valió el reproches de no haber respetado los “pactos de silencio” de la Transición. 2/ El encargo lo llevo a cabo un realizar de la casa (PSOE), Pedro Carvajal,  3/ que filmó más de 60 horas de filmación, así como más de 140 entrevistas y testimonios recuperados de todo tipo,  todos ellos de un enorme valor testimonial por motivos obvios de cronología. También se benefició de  fotografías inéditas, imágenes del archivo documental de RTVE y de archivos rusos, británicos y mexicanos, algunos de ellos privados. Se trataba —argüía Guerra— de hacer un homenaje de conjunto al exilio español en lugar de rememorar personalidades descollantes que ya habían sido rescatadas por su valía individual o sus méritos en algún campo del saber (las letras, la ciencia, la política, el espectáculo, el arte). Era pues. un “homenaje  que tenía  que haberse realizado antes. Somos conscientes de que la transición política obligó a determinadas renuncias, y una de ellas afectó a la memoria del exilio”.El tono era unilateral, se hablaba de las víctimas pero no de los responsable a lo que se refería Luis Cernuda al escribir Ellos los vencedores, / Caínes sempiternos, / de todo me arrancaron / me dejan en el destierro.
No fue hasta una década más tarde  para que nos llegó  Los caminos de la memoria (José Luis Peñafuerte, 2009), un elaborado documental de nieto de exiliados nacido en Bruselas que ya había realizado varias películas con la memoria, el exilio y la emigración como temas prioritarios; en Niños (2001) destacaba, comentó el mismo, la memoria y su transmisión como elementos principales de la narración de la tragedia y el olvido de los niños exiliados por la guerra española. El punto de partida de Los caminos… un encargo del Ministerio de Cultura en 2007, para que el grabó imágenes de testimonios de los últimos exiliados políticos españoles residentes en Bélgica. Sin mayores pretensiones, el filme consigue un filme emotivo y ampliamente documentado en que recoge testimonios de numerosas víctimas del franquismo.
Resultado de imagen de Republicanos exiliadosDesde TV3 produjo Exilis (2006), una serie documental que relata en seis capítulos, las vivencies de medio millón de exiliados siguiendo sus trazos por Francia y Latinoamérica, centrándose en el caso de los exiliados catalanes. Según sus autores se ha querido explicar la historia de la acogida que vivieron los exiliados y estas historias, en hacer entender el presente de persones que llegaron aquí de otros países, por otros motivos. Es una manera de mirar el pasado y entender el presente".
Otra forma de exilio obligado fue la emigración, que significó el desplazamiento de miles de trabajadores hacia Alemania, Francia, Suiza y Los Países Bajos, aunque también hay otra emigración desde el sur hacia el norte, especialmente en dirección a Cataluña. El factor desencadenante fue la miseria, la pérdida de cualquier ilusión de reforma agraria, el contraste entre el atraso social con los avances del Norte. Sobre el caso el trabajo más elaborado ha sido El Tren de la Memoria (Marta Arribas y Ana Pérez, 2005).que retrata el éxodo de dos millones de españoles que buscaron su prosperidad en Europa en los años sesenta. Se fueron para unos meses y se quedaron treinta años. Es el retrata el éxodo de dos millones de españoles que buscaron prosperidad en la Europa de los setenta. Se fueron para unos meses, se quedaron treinta años. El documental pretende cubrir una laguna en la inmensa historia de España y saldar una deuda con los protagonistas de unos tiempos de miseria, atraso y depresión que únicamente se pueden entender como consecuencia de los desastres de la guerra y de la catástrofe de la guerra y sus consecuencias. En este aspecto cabe destacar La piel quemada (Joseph Mª Forn, 1967), la aproximación más seria que el cine ha hecho sobre la emigración andaluza a Cataluña, una temática clave en los años sesenta-setenta. En un momento dado, un anciano narra que él hizo la guerra en el Quinto Regimiento, un detalle inaudito para la época.

Desde el franquismo el tema fue tratado básicamente con historias de agitadores que regresaron para actuar como “bandoleros” en el maquis o como fanáticos “zombies” comunistas (Murió hace quince años sería el  ejemplo más delirante). De hecho no fue hasta bien entrado los años sesenta que el exiliado es alguien con una historia digno, siendo el caso más emblemático, España otra vez (Jaime Camino, 1968), y aumentaron en los sesenta,  siendo quizás la más representativa El amor del capitán Brando (Jaime de Armiñán, 1974), donde Fernando (Fernán-Gómez), un viejo exiliado republicano que regresa a España tras 35 años de ausencia, no solamente es un tipo ejemplar, también se lleva a la cama a Ana Belén (1951). El listado se prolonga con títulos franceses pero también sudamericanos del que podemos citar dos ejemplos, el de El ojo de la cerradura (Leopoldo Torre Nilsson, Argentina/ EUA, 1966)  cuya trama viene a resultar un pretexto para el reconocimiento a la actitud de los exiliados españoles en Sudamérica frente al peligro de las dictaduras, y el de La estrategia del caracol (Sergio Cabrera Colombia, 1994), cuando el veterano anarquista implicado iza la bandera de la CNT en el momento de la victoria del colectivo vecinal que iba a ser desahuciado.
En tiempos más recientes cabe registrar El libro de las aguas (2012), obra del veterano Antonio Giménez Rico, que basa en la novela homónima de Alejandro López Andrada. La acción transcurre en 1975, cuando Ángel Pedrosa llega a Bruma, su pueblo natal, de donde tuvo que huir tras un episodio dramático vivido allí en 1939. Desplegando el cuaderno en el que su padre anotaba curiosas observaciones meteorológicas, y, al que llamaba El libro de las aguas, reconstruye, en su memoria, diversos pasajes de su juventud marcados por el miedo, el odio y el amor que no pudo ser. Vuelve para reconstruir la historia de su familia, perdonarse a sí mismo y, para perdonar a los demás, confiesa. Se trata de una historia "seca, triste y sin grandes esperanzas" ambientada en lugares que fueron escenarios dolientes del horror. En el mismo terreno se sitúa el cortometraje Pepe el andaluz (Alejandro Alvarado, Concha Barquero, Josetxo Cerdán, 2012) una historia que sólo plantea interrogantes y esconde descubrimientos inesperados: piezas de la imagen fragmentada de mi abuelo, de quien solo tengo un mapa incompleto

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Gracias al soporte del documental se puede hablar de una cierta filmografía sobre´personajes clave de la República que tuvieron que escoger el exilio.  Entre ellas se cuentan las dedicadas a Azaña, la otra a Juan Negrín. Sobre el primero, existe la (muy) modesta producción Azaña, tres días de julio (2007), una raquítica producción  de Santiago  San  Miguel que combina la ficción con el documental y que trata del exilio del presidente. El film se sostiene ante todo por talento de Jordi Dauder que sabía lo que era el exilio y que compone un Azaña que llena la pantalla. La obra fue aplazando su estreno en los cines, aunque  sus derechos de antena que fueron adquiridos por RTVE y TV3, aunque su destino verdadero ha sido el del olvido. Se trata de un homenaje, pero también de una cierto cuestionamiento. Azaña era un intelectual libera que se apoyó en los socialistas para trabajar por una República con la mirada puesta en las democracias cuando estas anteponían intereses por encima de cualquier principio. que, por lo demás, habían hecho su camino a partir de grandes revoluciones.
En este nudo  contra el olvido se realizó Ciudadano Negrín (2010), obra realizado para la RTVE por tres cineastas: Sigfrid Monleón, Carlos Álvarez e Imanol Uribe que la presentan como “un viaje de Negrín y no sobre Negrín". Un viaje que se adentra en el pasado familiar y político de un hombre nacido en una rica familia burguesa católica de Canarias, médico, científico políglota con una sólida formación académica, que dio sus mejores años al servicio de la Segunda República Española. y que, tras perder la guerra española siendo jefe de Gobierno -"a él no le gustaba hablar de guerra civil"- se exilia y sigue luchando por esos ideales socialistas que marcaron su trayectoria vital. Murió en su casa de París de un ataque al corazón, deprimido, desilusionado y abatido por la desunión del exilio republicano, el 12 de noviembre de 1956. Y su nieta, que todavía conserva en el recuerdo el día que la sacaron de la escuela para anunciarle su muerte, dice que sus restos nunca deberían volver a España. "Murió en el exilio y sería una manera de falsificar su historia". Los autores defienden a  Negrín como figura fundamental de la República y "chivo expiatorio de unos y de otros". Dicha reivindicación se inscribe en una corriente de la historiografía académica de la que las obras de Ángel Viñas representan el esfuerzo más significativo. Sus autores han “querido rescatar al personaje ensombrecido y olvidado, al estadista más importante de la política contemporánea española, y devolver la emoción del hombre que tuvo que asumir la responsabilidad de un Gobierno en el momento más trágico de nuestra historia reciente.
A una escala mucho más modesta –todavía- se  han producido diversos cortos sobre Largo Caballero y Julián Besteiro, amén de algunos discursos (sin olvidar algunas conferencias sobre estos y otros personajes del socialismo clásico que han sido “colgadas” en la Red) Son retratos breves ofrecidos desde una serie hermosamente titulada “La voz de los sin voz” que incluye igualmente perfiles de conocidos anarquistas como Ángel Pestaña (El obrero español que se enfrentó a Lenin), Cipriano Mera (El general que sólo quiso ser albañil) o Melchor Rodríguez, entre otros. A pesar de su brevedad, se insiste en todo momento por dictaminar que el comunismo es equiparable al fascismo. Un prisma que distorsiona toda posibilidad de interpretación honesta de los propios personajes convertidos en anticomunistas, lo que  convierte en inexplicable que coincidieran con estos en la defensa de la República, por no hablar de los mismos pelotones de fusilamiento.
Resultado de imagen de Republicanos exiliadosLa contribución nacional gallega llegó con Castelao e os irmáns da liberdade (2001), documental de Xan Carlos Pérez Leira que recorre buena parte de la historia contemporánea de Galicia. Lo hace a través de la figura de Daniel Alfonso Rodríguez Castelao, artista, político y pensador que luchó durante toda su vida, incluso desde su exilio en la Argentina. Su idea se apoyaba en un nacionalismo gallego fundado en el universalismo social y torcer a través de este la histórica postergación de su pueblo. Un personaje clave en la memoria nacionalista y popular, que no trascendió como merecía, entre otras cosas por el carácter incipiente que el nacionalismo gallego  representaba en 1936. Fue justo en febrero de 1936, cuando Castelao fue elegido diputado por el Frente Popular, y sus encendidos discursos y sus férreos ideales lo transformaron en paladín de una tierra que buscaba su propia identidad y su necesidad de mostrarse plena de nuevas conquistas…Ya existía otro aporte: Castelao (Biografía de un ilustre  gallego),  un largometraje documental producido en 1980 en Argentina de Jorge Prelorán y codirigido por el especialista en cultura gallega Antonio Pérez Prado desde  el que el  mismo Castelao cuenta la historia, para lo cual Pérez Prado construyó el relato con frases tomadas de libros, discursos, artículos, cartas particulares, diarios íntimos que tradujo del gallego. Visualmente se usaron para el filme  centenares de dibujos, materiales de libros, documentos cedidos por la colectividad, noticieros y una vieja película que muestra a Castelao en Buenos Aires en sus últimos diez años de vida, que se agrega al final, cuando ya el personaje se ha vuelto entrañable. Se trata de una pequeña odisea cultural que supuso el primer trabajo de recuperación desde el cine de este personaje clave en la memoria nacional y de izquierdas, del “povo gallego”.

De una manera paralela a la de Lorca, la recuperación de la biografía y de la obra de Antonio Machado se convirtió en un elemento determinante que se expresó  a trafvés de las numerosas ediciones de sus obras,  de actos de homenaje en Colliure que reunían a los intelectuales del exilio interior, de artículos y biografías ante las cuales la censura se sintió desarmada. En aquellos tiempos los poetas de la República fascinaron a una juventud muy amplia. La represión y la cultura del exilio tenían un significado  especial. Ulteriormente, diversos analistas estudiaron la existencia de un encuentro entre la cultura y el pueblo cuya principal manifestación en el desarrollo de una activismo que era tan cultural como social. Una promoción que se tradujo en la enseñanza, las ediciones de libros de todas las escuelas inconformistas, en el teatro y por supuesto en el cine.
Sobre todo este universo se fue creando una espesa filmografía…
Entorno a Antonio Machado se puede citar un cierto número de documentales de origen televisivo, como Los mundos sútiles realizado en el 75 aniversario de su fallecimiento, un brillante trabajo dirigido por el cineasta Eduardo Chapero-Jackson que se mueve entre el documental y la ficción. Una búsqueda de la experiencia vital de sus poemas y de conexión entre el poeta y nuestro tiempo.  De interés resulta también Antonio Machado. Una biografía,  estrenado en 1973; Antonio Machado. A lomos de la quimera, realizado como parte de una serie dedicada a los representantes de la generación del 98, dentro de la cual fue el más avanzado socialmente –admiró con fervor a Pablo Iglesias, defendió lo mejor de la República, se aproximó a un socialismo de raíz cristiana tan intenso y elaborado como el de García Lorca-, y dejó una obra solamente superada por el valor de su propia ejemplaridad moral; Machado en la tierra del romance, documental producido en 1975 con el soporte de las fotografías de Diodoro Urquia Latorre; Antonio Machado y su época (1989); Machado, yo voy soñando caminos…un capítulo del  programa “Crónicas”.  De Rafael Alberti exiliado de filiación comunista, se puede hablar del mediometraje El siglo de Rafael Alberti (Belen Molinero, 2009). Alberti ha conocido empero brillantes adaptaciones musicales, al igual que Machado, Miguel Hernández,  Lorca, Gabriel Celaya, resultan especialmente conocidos gracias a Serrat, Paco Ibáñez, Morente y otros cantantes populares.
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De la guerra y del exilio se habla en un sólido documental biográfico, Juan Ramón Jiménez, en marcha (guión, dirección y realización de Manuel Armán, (2006), un buen retrato del personaje y de su compañera, Zenobia Camprubí, su amada, su victima y que falleció pocos días después de que el poeta fuera premiado con el Nobel de Literatura (Octubre de 1956). Hombre de ideas humanistas y avanzadas (la conservadora madre de Zenobía lo rechaza por sus ideas feministas), Juan Ramón, a pesar de su rechazo a la vida pública firma un manifiesto por la libertad de los presos del 34), y durante la guerra llevan una importante labor de acogida de niños huérfanos. Sobresaltado, sus propios amigos le instan a que huya de una guerra que le enloquece: el asesinato de Lorca. La muerte de Antonio Machado al que trató de encontrarle asilo en Cuba, le radicalizan contra los “totalitarios” de Franco: en una conferencia en La Habana declara que la espiritualidad estaba representada por el pueblo y en absoluto por la Iglesia y los militares. En 1939, tres conocidos escritores franquistas (que no se mencionan, no sea que se vayan a molestar los familiares) asaltan su casa  que había sido respetada durante la contienda, y se han llevado cuadros, objetos de arte, fotografías, manuscritos, cartas, libros y otras pertenencias que solo en parte y tras larguísimas gestiones fueron devueltas, varios años después, a Juan Ramón. Aparte de alguna olvidable adaptación de Platero y yo (Alfredo Castellón, 1964), el cine no se ha ocupado del poeta de Moguer hasta fechas recientes, concretamente La luz con el tiempo dentro  (Antonio Gozalo, 2015), cuenta con Carlos Álvarez Novoa (que falleció poco después), que dar vida al poeta en su etapa de madurez, con una minuciosa caracterización. La película dedica su tiempo a describir el compromiso del poeta y de Zenobia con los ideales humanistas y su total rechazo de la dictadura.
Exilios más livianos fueron los de Ortega, Marañón y Baroja, “terceristas” que no se sintieron a gusto en ningún campo y sobre los que podemos citar sendos documentales. a) Ortega y Gasset, la filosofía como acción política (Rafael Alcázar, 2014) que, sin muchos alardes, ilustra sobre la trayectoria intelectual y política del principal pensador de su tiempo, su evolución desde la cercanía con el PSOE de Pablo Iglesias (“todo lo que no cambien el pueblo habrá que cambiarlo de nuevo”, “ama todo lo que está bien que es poco, odia el mal que es todo el resto”), hasta sus enfrentamientos con la dictadura, su entusiasmo y su temprana decepción por una República (Rectificación de la República) en la que las masas trabajadoras ocupaban el escenario de las inquietudes culturales. El golpe militar le coge con 53 años y enfermo,  y cuando unos milicianos comunistas le exigen que firme un manifiesto de condena a los golpistas, accede a firmar otro más moderado; b) Gregorio Marañón, médico, humanista y liberal (López Linares, 2010) que mantiene el tono respetuoso con un personaje que se opuso a la dictadura pero que intento mediar ante el rey para paliar la situación de un lugar como Las Hurdes vistas desde unos ojos muy distintos a los de Luis Buñuel. Marañón justifica su negativa a tomar partido aduciendo que cuando un país se partía por la mitad  no era posible establecer una división entre buenos y malos (con semejante argumento, ¿qué habría hecho en Alemania?); c)  El mundo de los Baroja (2004), que trata de Pío y de sus hermanos. Pío fue en sus inicios un anarcoindividualista, también un reformador en la línea de Joaquín Costa, pero sobre todo y ante todo fue un novelista de primera línea, uno de los mejores de su tiempo.  El Impío (así le llamaba la Iglesia) fue autor de algunos de los mejores testimonios sobre el nacimiento de la clase obrera,  La lucha por la vida, de la que existe una parcialmente lograda adaptación cinematográfica (La busca, Angelino Fons, 1966)… Don Pío, aunque se salva por los pelos de ser fusilado por los carlistas, una vez en el exilio despliega una carga en profundidad contra la República. Luego vivirá un exilió intermitente sin renunciar a sus criterios personales expresados en Miserias de la guerra, un alegato contra el horror del que únicamente se salva un romántico anarquista que respondía a su ideal más allá de los vaivenes de las circunstancias.
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Entre los escritores del exilio, ninguno ha tenido tanta relación con el cine como  Ramón J. Sender (1902- 1982), que 1936 era ya muy conocido. Sobre él escribió Vicente Aleixandre: “Lo considero de toda la vida, como uno de los grandes creadores que ha tenido España en todas las ramas de la literatura. Es decir, no sólo era un gran creador por ser un gran novelista sino que por serlo, alcanza la cota máxima de la invención literaria (…) Su literatura ha dejado una huella profunda en los novelistas posteriores y creo que, a pesar del oscurecimiento relativo que, dentro de su fulgor, ha tenido por la distancia, el alcance de su influencia ha sido muy grande”. En la URSS le impresionó el cine soviético clásico, la guerra frustró la tentativa de algunas adaptaciones de sus obras, en 1945 trabajó como traductor para la Metro gracias a Buñuel. 
En los setenta, TVE adaptó algunas relatos suyos, pero fue en el año de su muerte cuando tuvo lugar la ambiciosa adaptación de su no­vela de cariz autobiográfico, Crónica del alba (1942), un empeño del cineasta canario An­tonio José Betancor, coautor también del guión cinematográ­fico con Lautaro Murúa, que gozó de un presupuesto lo suficientemente holgado como para filmar dos partes de una obra que obtuvo bastante reconocimiento. Más discutida fue la adaptación que el director catalán Francesc Betriu –adelantándose al parecer a Saura- realizó de la mítica novela de Sender, Réquiem por un campesino español (1985), en una época en la que se fomentó una política de adaptaciones de obras literarias desde una óptica bastante academicista. Se trata de una de esas obras perfectas que los grandes autores nos regalan en su madurez creadora. Apareció en su primera edición con el título de Mosén Millán, y se cuenta que Ramón la escribió en una semana. La adaptación  contribuyó a la difusión de la novela y resulta interesante para la recuperación de la memoria histórica sobre la ilusión con la que fue acogida la llegada de la  II República; y la visión dramática ante el estallido de la contienda civil en 1936 y la consecuente represión blanca. Lo interesante en ella es ver cómo se van conformando las diferentes posturas ideológicas en tormo a la guerra, en el ámbito rural... Esta fábula sobre el advenimiento del fascismo y sobre el papel de la Iglesia, resuma escasez de medios y prisas. Lamentablemente su nivel es el de un aplicado telefilmen. A registrar que el debate mediático se centró en el hecho de que la película fue estrenada como Réquiem por un campesino, obviando lo de “español” como una expresión justificada para su edición extranjera…Después de haber militado en las filas libertarias y de convertirse en un escritor mimado por el PCE (algunas de sus novelas fueron traducidas al ruso), Sender acabó subyugado por el “American way life” y apoyando causas tan infames como la guerra americana contra el Vietcong.
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Quizás fue por  todo esto que no es descabellado pensar que Sender es el referente más cercano al personaje de Antonio Miguel Albajara que encarnó con convicción por Antonio Ferrandis en la inefable Volver a empezar (1982), de José Luis Garci, de marcada vocación oficialista. Recordemos: Sender fue un escritor “nobelable”, un personaje adoptado en los años cincuenta por los Estados Unidos en una “guerra cultural” que premiaba a los renegados, amén de un exiliado que regresó con un ideario muy lejano al de su juventud abogando por la “superación” del trauma de la guerra…La película ganó el Oscar destinado a las películas extranjeras. Verdadero pastel con resabios cinéfilos y nostálgicos, este presunto émulo de Sender, no solamente consigue reanudar la relación amorosa cortada por el exilio, es un señor sin ningún problema existencial. Es más, aunque tiene sus días contados por un enfermedad letal, ha podido aprobar  todas sus asignaturas antes de fallecer.  La más importante no era tanto las razones del logro del Nobel como la llamada telefónica del monarca campechano 4/ como si este fuera un admirador que no se olvida en contarle que la reina “ha leído todos tus libros”, parte de una sucesión de hermosas estampas idílicas con música de Cole Porter (en especial “Begin the Beguine”, que dio el título a la película) y Johann Pachabel, pueden interpretarse como la expresión más edulcorada de una rendición ante alguien que había nombrado el dictador y ante una democracia en la todo el mundo es bueno. Creo que la crítica se puede resumir  con unas pocas palabras de José Luis Guarner, quien afirmó que la película era una “blanca, blanquísima aleluya de sonrisas y lágrimas, fútbol y nostalgia, amor y tercera edad”. Su historial es el argumento del documental: Miradas de una vida, de Eugenio Monesma, (2001), aunque también la pena reseñar la emotiva entrevista del programa “A fondo” (1976)
Resultado de imagen de Republicanos exiliadosOtro de los retratos de escritores especialmente comprometidos con la causa socialista, es el dedicado a Max Aub, un escritor en su laberinto ((2002), que dirigió el beligerante Llorenç Soler con un guión de este y de José María Villagrasa. Se trata de un largometraje documental/ficción producido para Televisión e interpretado con solvencia por Juan Echanove. De padre alemán y madre francesa, Max Aub (París,  1903.), fue la “Gran Guerra” la que obligó a su familia a refugiarse en Valencia. En los años treinta destacó como escritor comprometido ligado al PSOE, más concretamente a la izquierda caballerista. Durante la guerra, Max Aub colaboró en el rodaje y en el guión de Sierra de Teruel. Al final, Aub se exilió en Francia pero fue denunciado e internado en los campos de concentración hasta que en 1942 logró escapar del campo de Djelfa en Argelia y embarcarse hacia México en donde vivió hasta su muerte, en 1972. Mediante la combinación de imágenes de archivo, comentarios de diversas personas cercanas a la vida y la obra del escritor y la interpretación de actores, Soler reconstruye una biografía particular de Max Aub desde su nacimiento hasta su muerte, siguiendo las diversas etapas de una vida llena de avatares y marcada por los sucesivos exilios.
La adaptación más importante de una obra de Max es Soldados (1977), de Alfonso Ungría, un fresco un tanto laberíntico del antes y de la fase final de la guerra, cuarto largometraje de un  joven realizador (1946) que ya había realizado  El hombre oculto y Tirarse al monte, es una adaptación muy libre de la novela Las buenas intenciones, de Max Aub. Muy estimada por cierta crítica, Soldados tuvo una distribución muy deficitaria. En esto influyó el que resultaba un drama psicológico bastante complejo, amén de una visión de la agonía del ejército republicano. Ungría la presenta como: “Más que sobre la guerra, pretendí reflexionar sobre esa situación social límite de la que hablaba, procurando en todo momento el no caer en el maniqueísmo habitual. Los personajes del bando republicano de la película son humanos en cuanto yo me acerco a ellos con mi afecto y mi simpatía y, por tanto, los enfrento con sus virtudes y sus defectos. Incluso, su gran crispación creo que resulta evidente que no viene dada por una especial maldad, sino por los condicionamientos a que se ven sometidos dentro de su entorno (…) Efectivamente, no es una película política, porque para hacer una película de esas características se necesitaría una disposición reflexiva en cuanto a la dialéctica del pasado, del presente y del futuro de la que en este momento estoy muy alejado. Sin embargo, todos mis actuales deseos son de incidir en un cine más espectacular, y explico lo de espectacular: no quiero decir con ello que hay necesidad de grandes superproducciones, con gran aparato de escenarios, decorados, escenas de acción, etcétera, sino de devolver al cine esa cualidad de fascinación y emotividad de la que últimamente le hemos -me incluyo- despojado un poco, probablemente a causa de los necesarios simbolismos a los que nos obligaba una censura montaraz.”
En el terreno del documental biográfico centrado en  la recuperación de la memoria del exilio sería injusto olvidar las aportaciones de Domènec Font (1950-2011), destacado militante de formación marxista, como ensayista, su obra se inicia en 1974 con Un cine para el cadalso, junto a Román Gubern y continuó con Del azul al verde: el cine español bajo el franquismo (1976), ambas obras dedicadas a la censura franquista en el cine. Durante los dos últimos años de vida, Cuerpo a cuerpo, considerado su “testamento fílmico”. En 1986 realizó media docena de trabajos de gran valor introductorio para la serie “La memoria fértil” de una dora aproximada de duración.  Se trata de María Zambrano, el éxtasis de la palabra, Jorge Guillén, Ramón Gómez de la Serna y especialmente, Luis Cernuda. El deseo existe, la realidad extingue, retrato fílmico de un poeta cuyo reconocimiento no está al altura del valor excepcional de su obra, que fue maldito incluso entre los exiliados por profesor un amor que no osa decir su nombre y que sentimiento el haber nacido en aquella España como un dolor insufrible. Aunque obviamente, lo importante es la obra, Font no se olvida en dejar claro los posicionamientos de los protagonistas, así por ejemplo sentimos el rechazo sin paliativos del fascismo por parte de María Zambrano o las proclamas de Cernuda por la memoria de los de abajo…

 Que la cultura fue mayoritariamente republicana lo demuestra también el detalle –no necesariamente representativo-  la mayor parte de Premios Nobel españoles lo fueron, comenzando por el pusilánime y olvidado Jacinto Benavente (1922), que fue condenado al ostracismo en la posguerra; Severo Ochoa en fisiología y medicina (1950),  Juan Ramón Jiménez (1956), Vicente Aleixandre (1977) A este detalle cabe añadir otro: el mito de  Picasso y del Guernica que se convirtió en el póster más emblemático de la historia junto con el retrato del Che de Korda. También rememorar a artistas tan íntegros como Joan Miró que contribuyó igualmente con sus cuadros a la guerra y a la resistencia (la policía franquista estaba convencida de que todos los pintores famosos que permanecieron eran “comunistas”) y Pau Casals…
Todo el movimiento surrealista tuvo “su guerra de España”. En los años treinta el movimiento dividió entre una minoría afín al estalinismo (Louis Aragón, Paul Eluard, Buñuel), y una mayoría que apoyó con entusiasmo al POUM y a la CNT, y fue clave en la denuncia del asesinato de Andreu Nin. Un destacado combatiente y surrealista fue Eugenio Fernández Granell (1912-2001), sobre el que existe un pequeño documental: Granell. El surrealismo como arte, el surrealismo como vida. Eugenio fue un destacado intelectual y militante de identificación trotskiana muy comprometido con el POUM tanto en la guerra como en el exilio, aunque e definió de “profesión antiestalinista”. Entre sus talentos polifacéticos figura una actividad cinematográfica compuesta de seis películas experimentales siguiendo la tradición creada por Man Ray y Marcel Duchamps.
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Una fuente de primer orden sobre la cultura del exilio es el programa de Joaquín Soler Serrano (1977-1978) señala un hito en lo que a la libertad de expresión en la RTVE se refiere, pero también por la altura cultural de sus participantes como por la capacidad del periodista de hacer hablar hasta a los más retraídos, como podía ser los casos de Gabriel Celaya (1911-1999); de Antonio Buero Vallejo (1916-200), seguramente el autor de teatro más valorado, más crítico con los dogmas del régimen. Buero vertió en la entrevista su propio testimonio estremecedor sobre las condiciones “de vida” en estos campos; del pintor (José) Manuel Viola (1916-1987) que ofrece su testimonio que evoca sus inicios en los primeros años de la República en los que las actividades culturales afloraron un poco por todas partes y sobre su pertenencia al POUM…Aparecen también entre otros Francisco Ayala, Joan Brossa, Juan Larrea, etc. Se trata de un programa excepcional desde el punto de vista de la memoria cultural republicana y obrerista.

Notas

1/ La serie pretende ser un homenaje al medio millón de españoles que tuvieron que abandonar su país al término de la guerra civil y ha sido preparada durante siete meses, entrevistando a un centenar de personas entre Europa y América, entre ellos el propio narrador, el actor Alberto Closas. Estaba dividida en tres capítulos: Empieza el éxodo, está dedicado a narrar la experiencia de aquellos niños que dejaron su país con destino a México, Reino Unido, Francia y la Unión Soviética; Años de sufrimiento, centrado en los campos de concentración del sur de Francia y continuó con la II Guerra Mundial y los campos de exterminio nazis; La diáspora cultural, que se centra en los exiliados que se establecieron en América. México, Argentina, Chile, Venezuela, Cuba, fueron países que acogieron a los españoles y sobre los que la influencia intelectual y cultural de éstos dejaría notables huella
2/ Javier  Tusell que había actuado como “comisario” político-cultural en la TVE en la época de la UCD, se vio llamado a llamar la atención a Alfonso un artículo aparecido en la revista Clío (nº 13, p. 18, noviembre, 2002)
3/ Más de 100 años (Pedro Carvajal, 2013), un largometraje documental sobre la historia –oficial- del PSOE,  responde a este esquema mostrando su predilección por la opción representada por Julián Besteiro que, aún siendo la más moderada poco o nada tiene que ver con el PSOE de la Transición. En el tratamiento de la guerra, en ningún momento se argumenta desde el punto de vista de la clase obrera organizada, destinada a jugar un papel de soporte de loas tramas políticas liberales. El documental resulta una buena muestra de cómo la historia se puede doblar como sí fuese goma. Esto resulta evidente contemplando a Alfonso Guerra hablando de la combatividad obrerista y de la honestidad integral de Pablo Iglesias, escuchar a Virgilio Zapatero (el ahora famoso consejero de Bankia) contando como Fernando de los Ríos no podía admitir el desprecio de Lenin por la libertad. Sin olvidar a Felipe González diciendo que el PCE clandestino representaba  a “otra dictadura”.

4/ El tono casi de “colegas” entre ambos utilizado por Garci, provocó una reacción cortesana que la estimaba como poco respetuosa. Algo que no volvió a suceder con ninguno de los diversos telefilmes producidos en aras de la leyenda del rey “salvador de la democracia”. Sobre este punto me remito a El cine al servicio de su Majestad Juan Carlos I, aparecido en Kaosenlared .net/el-cine-al-servicio-de-su-majestad

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