Republicanos exiliados, exiliadas en el cine
No
fue hasta 1989, con motivo del 50 aniversario del final (oficial) de la guerra,
que desde un programa Documentos TV, se dedicó al tema una serie documental
titulada El exilio: La gran tragedia. Medio
siglo después (Fernando Jáuregui y Pedro Vega, 1989), un trabajo concebido como homenaje a los españoles que tuvieron que abandonar el país al término de la guerra sin entrar demasiado en el porqué 1/. Tampoco lo hará Exilio (2002), un proyecto ideado por Alfonso Guerra en nombre de la Fundación Pablo Iglesias, que interviene en calidad de productora y que le valió el reproches de no haber respetado los “pactos de silencio” de la Transición. 2/ El encargo lo llevo a cabo un realizar de la casa (PSOE), Pedro Carvajal, 3/ que filmó más de 60 horas de filmación, así como más de 140 entrevistas y testimonios recuperados de todo tipo, todos ellos de un enorme valor testimonial por motivos obvios de cronología. También se benefició de fotografías inéditas, imágenes del archivo documental de RTVE y de archivos rusos, británicos y mexicanos, algunos de ellos privados. Se trataba —argüía Guerra— de hacer un homenaje de conjunto al exilio español en lugar de rememorar personalidades descollantes que ya habían sido rescatadas por su valía individual o sus méritos en algún campo del saber (las letras, la ciencia, la política, el espectáculo, el arte). Era pues. un “homenaje que tenía que haberse realizado antes. Somos conscientes de que la transición política obligó a determinadas renuncias, y una de ellas afectó a la memoria del exilio”.El tono era unilateral, se hablaba de las víctimas pero no de los responsable a lo que se refería Luis Cernuda al escribir Ellos los vencedores, / Caínes sempiternos, / de todo me arrancaron / me dejan en el destierro.
siglo después (Fernando Jáuregui y Pedro Vega, 1989), un trabajo concebido como homenaje a los españoles que tuvieron que abandonar el país al término de la guerra sin entrar demasiado en el porqué 1/. Tampoco lo hará Exilio (2002), un proyecto ideado por Alfonso Guerra en nombre de la Fundación Pablo Iglesias, que interviene en calidad de productora y que le valió el reproches de no haber respetado los “pactos de silencio” de la Transición. 2/ El encargo lo llevo a cabo un realizar de la casa (PSOE), Pedro Carvajal, 3/ que filmó más de 60 horas de filmación, así como más de 140 entrevistas y testimonios recuperados de todo tipo, todos ellos de un enorme valor testimonial por motivos obvios de cronología. También se benefició de fotografías inéditas, imágenes del archivo documental de RTVE y de archivos rusos, británicos y mexicanos, algunos de ellos privados. Se trataba —argüía Guerra— de hacer un homenaje de conjunto al exilio español en lugar de rememorar personalidades descollantes que ya habían sido rescatadas por su valía individual o sus méritos en algún campo del saber (las letras, la ciencia, la política, el espectáculo, el arte). Era pues. un “homenaje que tenía que haberse realizado antes. Somos conscientes de que la transición política obligó a determinadas renuncias, y una de ellas afectó a la memoria del exilio”.El tono era unilateral, se hablaba de las víctimas pero no de los responsable a lo que se refería Luis Cernuda al escribir Ellos los vencedores, / Caínes sempiternos, / de todo me arrancaron / me dejan en el destierro.
No
fue hasta una década más tarde para que
nos llegó Los caminos de la memoria (José Luis Peñafuerte, 2009), un elaborado documental
de nieto de exiliados nacido en Bruselas que ya había realizado varias
películas con la memoria, el exilio y la emigración como temas prioritarios; en
Niños (2001) destacaba, comentó el
mismo, la memoria y su transmisión como elementos principales de la narración
de la tragedia y el olvido de los niños exiliados por la guerra española. El
punto de partida de Los caminos… un
encargo del Ministerio de Cultura en 2007, para que el grabó imágenes de
testimonios de los últimos exiliados políticos españoles residentes en Bélgica.
Sin mayores pretensiones, el filme consigue un
filme emotivo y ampliamente documentado en que recoge testimonios de numerosas
víctimas del franquismo.
Desde TV3 produjo Exilis (2006), una serie documental que relata en seis capítulos,
las vivencies de medio millón de exiliados siguiendo sus trazos por Francia y
Latinoamérica, centrándose en el caso de los exiliados catalanes. Según sus
autores se ha querido explicar la historia de la acogida que vivieron los
exiliados y estas historias, en hacer entender el presente de persones que
llegaron aquí de otros países, por otros motivos. Es una manera de mirar el
pasado y entender el presente".
Otra forma de exilio obligado fue
la emigración, que significó el desplazamiento de miles de trabajadores hacia Alemania, Francia,
Suiza y Los Países Bajos, aunque también hay otra emigración desde el sur hacia
el norte, especialmente en dirección a Cataluña. El factor desencadenante fue
la miseria, la pérdida de cualquier ilusión de reforma agraria, el contraste
entre el atraso social con los avances del Norte. Sobre el caso el trabajo más
elaborado ha sido El Tren de la Memoria
(Marta Arribas
y Ana Pérez, 2005).que retrata
el éxodo de dos millones de españoles que buscaron su prosperidad en Europa en
los años sesenta. Se fueron para unos meses y se quedaron treinta años. Es el
retrata el éxodo de dos millones de españoles que buscaron prosperidad en la Europa de los setenta. Se
fueron para unos meses, se quedaron treinta años. El documental pretende cubrir
una laguna en la inmensa historia de España y saldar una deuda con los
protagonistas de unos tiempos de miseria, atraso y depresión que únicamente se
pueden entender como consecuencia de los desastres de la guerra y de la catástrofe
de la guerra y sus consecuencias. En este aspecto cabe destacar La
piel quemada (Joseph Mª Forn,
1967), la aproximación más seria que el cine ha hecho sobre la emigración
andaluza a Cataluña, una temática clave en los años sesenta-setenta. En un
momento dado, un anciano narra que él hizo la guerra en el Quinto Regimiento,
un detalle inaudito para la época.
Desde el franquismo el tema fue tratado básicamente con
historias de agitadores que regresaron para actuar como “bandoleros” en el
maquis o como fanáticos “zombies” comunistas (Murió hace quince años sería el
ejemplo más delirante). De hecho no fue hasta bien entrado los años
sesenta que el exiliado es alguien con una historia digno, siendo el caso más
emblemático, España otra vez (Jaime
Camino, 1968), y aumentaron en los sesenta,
siendo quizás la más representativa El
amor del capitán Brando (Jaime de Armiñán, 1974), donde Fernando
(Fernán-Gómez), un viejo exiliado republicano que regresa a España tras 35 años
de ausencia, no solamente es un tipo ejemplar, también se lleva a la cama a Ana
Belén (1951). El listado se prolonga con títulos franceses pero también
sudamericanos del que podemos citar dos ejemplos, el de El ojo de la cerradura (Leopoldo Torre Nilsson,
Argentina/ EUA, 1966) cuya trama
viene a resultar un pretexto para el reconocimiento a la actitud de los
exiliados españoles en Sudamérica frente al peligro de las dictaduras, y el de La estrategia del caracol (Sergio Cabrera
Colombia, 1994), cuando el veterano anarquista implicado iza la bandera de la CNT en el momento de la
victoria del colectivo vecinal que iba a ser desahuciado.
En tiempos más recientes cabe registrar El libro de las aguas (2012), obra del veterano Antonio Giménez Rico,
que basa en la novela homónima de Alejandro López Andrada. La acción transcurre
en 1975, cuando Ángel Pedrosa llega a Bruma, su pueblo natal, de donde tuvo que
huir tras un episodio dramático vivido allí en 1939. Desplegando el cuaderno en
el que su padre anotaba curiosas observaciones meteorológicas, y, al que
llamaba El
libro de las aguas, reconstruye, en su memoria, diversos pasajes de su
juventud marcados por el miedo, el odio y el amor que no pudo ser. Vuelve para
reconstruir la historia de su familia, perdonarse a sí mismo y, para perdonar a
los demás, confiesa. Se trata de una historia "seca, triste y sin grandes
esperanzas" ambientada en lugares que fueron escenarios dolientes del
horror. En el mismo terreno se sitúa el cortometraje Pepe el andaluz (Alejandro Alvarado,
Concha Barquero, Josetxo Cerdán, 2012)
una historia que sólo plantea interrogantes y esconde descubrimientos
inesperados: piezas de la imagen fragmentada de mi abuelo, de quien solo tengo
un mapa incompleto
Gracias al soporte del documental se puede
hablar de una cierta filmografía sobre´personajes clave de la República que tuvieron
que escoger el exilio. Entre ellas se
cuentan las dedicadas a Azaña, la otra a Juan Negrín. Sobre el primero, existe
la (muy) modesta producción Azaña, tres
días de julio (2007), una raquítica producción de Santiago San Miguel que
combina la ficción con el documental y que trata del exilio del presidente. El
film se sostiene ante todo por talento de Jordi Dauder que sabía lo que era el
exilio y que compone un Azaña que llena la pantalla. La obra fue aplazando su
estreno en los cines, aunque sus
derechos de antena que fueron adquiridos por RTVE y TV3, aunque su destino
verdadero ha sido el del olvido. Se trata de un homenaje, pero también de una
cierto cuestionamiento. Azaña era un intelectual libera que se apoyó en los
socialistas para trabajar por una República con la mirada puesta en las
democracias cuando estas anteponían intereses por encima de cualquier
principio. que, por lo demás, habían hecho su camino a partir de grandes
revoluciones.
En este nudo
contra el olvido se realizó Ciudadano Negrín (2010), obra realizado para la
RTVE por tres cineastas: Sigfrid Monleón, Carlos Álvarez e
Imanol Uribe que la presentan como “un viaje de Negrín y no sobre Negrín".
Un viaje que se adentra en el pasado familiar y político de un hombre nacido en
una rica familia burguesa católica de Canarias, médico, científico políglota
con una sólida formación académica, que dio sus mejores años al servicio de la Segunda República
Española. y que, tras perder la guerra española siendo jefe de Gobierno
-"a él no le gustaba hablar de guerra civil"- se exilia y sigue
luchando por esos ideales socialistas que marcaron su trayectoria vital. Murió
en su casa de París de un ataque al corazón, deprimido, desilusionado y abatido
por la desunión del exilio republicano, el 12 de noviembre de 1956. Y su nieta,
que todavía conserva en el recuerdo el día que la sacaron de la escuela para
anunciarle su muerte, dice que sus restos nunca deberían volver a España.
"Murió en el exilio y sería una manera de falsificar su historia".
Los autores defienden a Negrín como
figura fundamental de la
República y "chivo expiatorio de unos y de otros".
Dicha reivindicación se inscribe en una corriente de la historiografía
académica de la que las obras de Ángel Viñas representan el esfuerzo más
significativo. Sus autores han “querido rescatar al personaje ensombrecido y
olvidado, al estadista más importante de la política contemporánea española, y
devolver la emoción del hombre que tuvo que asumir la responsabilidad de un
Gobierno en el momento más trágico de nuestra historia reciente.
A una escala mucho más modesta –todavía- se han producido diversos cortos sobre Largo
Caballero y Julián Besteiro, amén de algunos discursos (sin olvidar algunas
conferencias sobre estos y otros personajes del socialismo clásico que han sido
“colgadas” en la Red)
Son retratos breves ofrecidos desde una serie hermosamente titulada “La voz de
los sin voz” que incluye igualmente perfiles de conocidos anarquistas como
Ángel Pestaña (El obrero español que se
enfrentó a Lenin), Cipriano Mera (El
general que sólo quiso ser albañil) o Melchor Rodríguez, entre otros. A
pesar de su brevedad, se insiste en todo momento por dictaminar que el comunismo
es equiparable al fascismo. Un prisma que distorsiona toda posibilidad de
interpretación honesta de los propios personajes convertidos en anticomunistas,
lo que convierte en inexplicable que
coincidieran con estos en la defensa de la República, por no hablar de los mismos pelotones
de fusilamiento.
La contribución nacional gallega llegó con Castelao e os irmáns da liberdade (2001), documental de Xan Carlos
Pérez Leira que recorre buena parte de la historia contemporánea de Galicia. Lo
hace a través de la figura de Daniel Alfonso Rodríguez Castelao, artista,
político y pensador que luchó durante toda su vida, incluso desde su exilio en la Argentina. Su idea se apoyaba
en un nacionalismo gallego fundado en el universalismo social y torcer a través
de este la histórica postergación de su pueblo. Un personaje clave en la
memoria nacionalista y popular, que no trascendió como merecía, entre
otras cosas por el carácter incipiente que el nacionalismo gallego representaba en 1936. Fue justo en febrero de
1936, cuando Castelao fue elegido diputado por el Frente Popular, y sus
encendidos discursos y sus férreos ideales lo transformaron en paladín de una
tierra que buscaba su propia identidad y su necesidad de mostrarse plena de
nuevas conquistas…Ya existía otro aporte: Castelao (Biografía de un
ilustre gallego), un largometraje documental producido en 1980 en
Argentina de Jorge Prelorán y codirigido por el especialista en cultura
gallega Antonio Pérez Prado desde el que
el mismo Castelao cuenta la historia,
para lo cual Pérez Prado construyó el relato con frases tomadas de libros,
discursos, artículos, cartas particulares, diarios íntimos que tradujo del
gallego. Visualmente se usaron para el filme
centenares de dibujos, materiales de libros, documentos cedidos por la
colectividad, noticieros y una vieja película que muestra a Castelao en Buenos
Aires en sus últimos diez años de vida, que se agrega al final, cuando ya el
personaje se ha vuelto entrañable. Se trata de
una pequeña odisea cultural que supuso el primer trabajo de recuperación desde
el cine de este personaje clave en la memoria nacional y de izquierdas, del
“povo gallego”.
De una manera paralela a la de
Lorca, la recuperación de la biografía y de la obra de Antonio Machado se
convirtió en un elemento determinante que se expresó a trafvés de las numerosas ediciones de sus
obras, de actos de homenaje en Colliure
que reunían a los intelectuales del exilio interior, de artículos y biografías
ante las cuales la censura se sintió desarmada. En aquellos tiempos los poetas
de la República
fascinaron a una juventud muy amplia. La represión y la cultura del exilio
tenían un significado especial.
Ulteriormente, diversos analistas estudiaron la existencia de un encuentro
entre la cultura y el pueblo cuya principal manifestación en el desarrollo de
una activismo que era tan cultural como social. Una promoción que se tradujo en
la enseñanza, las ediciones de libros de todas las escuelas inconformistas, en
el teatro y por supuesto en el cine.
Sobre todo este universo se fue
creando una espesa filmografía…
Entorno
a Antonio Machado se puede citar un cierto número de documentales de origen
televisivo, como Los mundos sútiles
realizado en el 75 aniversario de su fallecimiento, un brillante trabajo dirigido por el cineasta Eduardo
Chapero-Jackson que se mueve entre el documental y la ficción. Una búsqueda de
la experiencia vital de sus poemas y de conexión entre el poeta y nuestro
tiempo. De interés resulta
también Antonio Machado. Una biografía, estrenado en 1973; Antonio Machado. A lomos de la quimera, realizado como parte de una
serie dedicada a los representantes de la generación del 98, dentro de la cual
fue el más avanzado socialmente –admiró con fervor a Pablo Iglesias, defendió
lo mejor de la República,
se aproximó a un socialismo de raíz cristiana tan intenso y elaborado como el
de García Lorca-, y dejó una obra solamente superada por el valor de su propia
ejemplaridad moral; Machado en la tierra
del romance, documental producido en 1975 con el soporte de las fotografías
de Diodoro Urquia Latorre; Antonio Machado y su época (1989); Machado, yo voy soñando caminos…un
capítulo del programa “Crónicas”. De Rafael Alberti exiliado de filiación
comunista, se puede hablar del mediometraje El
siglo de Rafael Alberti (Belen Molinero, 2009). Alberti ha conocido empero
brillantes adaptaciones musicales, al igual que Machado, Miguel Hernández, Lorca, Gabriel Celaya, resultan especialmente
conocidos gracias a Serrat, Paco Ibáñez, Morente y otros cantantes populares.
De
la guerra y del exilio se habla en un sólido documental biográfico, Juan Ramón Jiménez, en marcha (guión,
dirección y realización de Manuel Armán, (2006), un buen retrato del personaje
y de su compañera, Zenobia Camprubí, su amada, su victima y que falleció pocos
días después de que el poeta fuera premiado con el Nobel de Literatura (Octubre
de 1956). Hombre de ideas humanistas y avanzadas (la conservadora madre de
Zenobía lo rechaza por sus ideas feministas), Juan Ramón, a pesar de su rechazo
a la vida pública firma un manifiesto por la libertad de los presos del 34), y
durante la guerra llevan una importante labor de acogida de niños huérfanos.
Sobresaltado, sus propios amigos le instan a que huya de una guerra que le
enloquece: el asesinato de Lorca. La muerte de Antonio Machado al que trató de
encontrarle asilo en Cuba, le radicalizan contra los “totalitarios” de Franco:
en una conferencia en La Habana
declara que la espiritualidad estaba representada por el pueblo y en absoluto
por la Iglesia
y los militares. En 1939, tres conocidos escritores franquistas (que no se
mencionan, no sea que se vayan a molestar los familiares) asaltan su casa que había sido respetada durante la
contienda, y se han llevado cuadros, objetos de arte, fotografías, manuscritos,
cartas, libros y otras pertenencias que solo en parte y tras larguísimas
gestiones fueron devueltas, varios años después, a Juan Ramón. Aparte de alguna
olvidable adaptación de Platero y yo
(Alfredo Castellón, 1964), el cine no se ha ocupado del poeta de Moguer hasta
fechas recientes, concretamente La
luz con el tiempo dentro
(Antonio Gozalo, 2015), cuenta con Carlos Álvarez Novoa (que falleció poco
después), que dar vida al poeta en su etapa de madurez, con una minuciosa
caracterización. La película dedica su tiempo a describir el compromiso del
poeta y de Zenobia con los ideales humanistas y su total rechazo de la
dictadura.
Exilios
más livianos fueron los de Ortega, Marañón y Baroja, “terceristas” que no se
sintieron a gusto en ningún campo y sobre los que podemos citar sendos
documentales. a) Ortega y Gasset, la
filosofía como acción política (Rafael Alcázar, 2014) que, sin muchos
alardes, ilustra sobre la trayectoria intelectual y política del principal
pensador de su tiempo, su evolución desde la cercanía con el PSOE de Pablo
Iglesias (“todo lo que no cambien el pueblo habrá que cambiarlo de nuevo”, “ama
todo lo que está bien que es poco, odia el mal que es todo el resto”), hasta
sus enfrentamientos con la dictadura, su entusiasmo y su temprana decepción por
una República (Rectificación de la República) en la que
las masas trabajadoras ocupaban el escenario de las inquietudes culturales. El
golpe militar le coge con 53 años y enfermo,
y cuando unos milicianos comunistas le exigen que firme un manifiesto de
condena a los golpistas, accede a firmar otro más moderado; b) Gregorio Marañón, médico, humanista y
liberal (López Linares, 2010) que mantiene el tono respetuoso con un personaje
que se opuso a la dictadura pero que intento mediar ante el rey para paliar la
situación de un lugar como Las Hurdes vistas desde unos ojos muy distintos a
los de Luis Buñuel. Marañón justifica su negativa a tomar partido aduciendo que
cuando un país se partía por la mitad no
era posible establecer una división entre buenos y malos (con semejante
argumento, ¿qué habría hecho en Alemania?); c)
El mundo de los Baroja (2004),
que trata de Pío y de sus hermanos. Pío fue en sus inicios un anarcoindividualista,
también un reformador en la línea de Joaquín Costa, pero sobre todo y ante todo
fue un novelista de primera línea, uno de los mejores de su tiempo. El Impío (así le llamaba la Iglesia) fue autor de
algunos de los mejores testimonios sobre el nacimiento de la clase obrera, La
lucha por la vida, de la que existe una parcialmente lograda adaptación
cinematográfica (La busca, Angelino
Fons, 1966)… Don Pío, aunque se salva por los pelos de ser fusilado por los
carlistas, una vez en el exilio despliega una carga en profundidad contra la República. Luego
vivirá un exilió intermitente sin renunciar a sus criterios personales
expresados en Miserias de la guerra,
un alegato contra el horror del que únicamente se salva un romántico anarquista
que respondía a su ideal más allá de los vaivenes de las circunstancias.
Entre los escritores del exilio, ninguno ha
tenido tanta relación con el cine como Ramón J. Sender (1902- 1982), que
1936 era ya muy conocido. Sobre él escribió Vicente Aleixandre: “Lo considero
de toda la vida, como uno de los grandes creadores que ha tenido España en
todas las ramas de la literatura. Es decir, no sólo era un gran creador por ser
un gran novelista sino que por serlo, alcanza la cota máxima de la invención
literaria (…) Su literatura ha dejado una huella profunda en los novelistas
posteriores y creo que, a pesar del oscurecimiento relativo que, dentro de su
fulgor, ha tenido por la distancia, el alcance de su influencia ha sido muy
grande”. En la URSS
le impresionó el cine soviético clásico, la guerra frustró la tentativa de
algunas adaptaciones de sus obras, en 1945 trabajó como traductor para la Metro gracias a Buñuel.
En los setenta, TVE adaptó
algunas relatos suyos, pero fue en el año de su muerte cuando tuvo lugar la
ambiciosa adaptación de su novela de cariz autobiográfico, Crónica del alba (1942), un empeño del cineasta canario Antonio
José Betancor, coautor también del guión cinematográfico con Lautaro Murúa,
que gozó de un presupuesto lo suficientemente holgado como para filmar dos
partes de una obra que obtuvo bastante reconocimiento. Más discutida fue la
adaptación que el director catalán Francesc Betriu –adelantándose al parecer a
Saura- realizó de la mítica novela de Sender, Réquiem por un campesino español (1985), en una época en la que se
fomentó una política de adaptaciones de obras literarias desde una óptica
bastante academicista. Se trata de una de esas obras perfectas que los grandes
autores nos regalan en su madurez creadora. Apareció en su primera edición con
el título de Mosén Millán, y se
cuenta que Ramón la escribió en una semana. La adaptación contribuyó a la difusión de la novela y
resulta interesante para la recuperación de la memoria histórica sobre la
ilusión con la que fue acogida la llegada de la II República; y la visión
dramática ante el estallido de la contienda civil en 1936 y la consecuente
represión blanca. Lo interesante en ella es ver cómo se van conformando las
diferentes posturas ideológicas en tormo a la guerra, en el ámbito rural...
Esta fábula sobre el advenimiento del fascismo y sobre el papel de la Iglesia, resuma escasez de
medios y prisas. Lamentablemente su nivel es el de un aplicado telefilmen. A
registrar que el debate mediático se centró en el hecho de que la película fue
estrenada como Réquiem por un campesino,
obviando lo de “español” como una expresión justificada para su edición
extranjera…Después de haber militado en las filas libertarias y de convertirse
en un escritor mimado por el PCE (algunas de sus novelas fueron traducidas al
ruso), Sender acabó subyugado por el “American way life” y apoyando causas tan
infames como la guerra americana contra el Vietcong.
Quizás fue por
todo esto que no es descabellado pensar que Sender es el referente más cercano al
personaje de Antonio Miguel Albajara que encarnó con convicción por Antonio
Ferrandis en la inefable Volver a empezar
(1982), de José Luis Garci, de marcada vocación oficialista. Recordemos: Sender
fue un escritor “nobelable”, un personaje adoptado en los años cincuenta por
los Estados Unidos en una “guerra cultural” que premiaba a los renegados, amén
de un exiliado que regresó con un ideario muy lejano al de su juventud abogando
por la “superación” del trauma de la guerra…La película ganó el Oscar destinado
a las películas extranjeras. Verdadero pastel con resabios cinéfilos y
nostálgicos, este presunto émulo de Sender, no solamente consigue reanudar la
relación amorosa cortada por el exilio, es un señor sin ningún problema
existencial. Es más, aunque tiene sus días contados por un enfermedad letal, ha
podido aprobar todas sus asignaturas
antes de fallecer. La más importante no
era tanto las razones del logro del Nobel como la llamada telefónica del
monarca campechano 4/ como si este
fuera un admirador que no se olvida en contarle que la reina “ha leído todos
tus libros”, parte de una sucesión de hermosas estampas idílicas con música de
Cole Porter (en especial “Begin the Beguine”, que dio el título a la película) y Johann Pachabel,
pueden interpretarse como la expresión más edulcorada de una rendición ante
alguien que había nombrado el dictador y ante una democracia en la todo el
mundo es bueno. Creo que la
crítica se puede resumir con unas pocas
palabras de José Luis Guarner, quien afirmó que la película era una “blanca,
blanquísima aleluya de sonrisas y lágrimas, fútbol y nostalgia, amor y tercera
edad”. Su historial es el argumento del documental: Miradas de una vida, de Eugenio Monesma, (2001), aunque también la pena
reseñar la emotiva entrevista del programa “A
fondo” (1976)
Otro de los
retratos de escritores especialmente comprometidos con la causa socialista, es
el dedicado a Max Aub, un escritor en su
laberinto ((2002), que dirigió el beligerante Llorenç Soler con un guión de este y de José María Villagrasa. Se trata de un largometraje
documental/ficción producido para Televisión e interpretado con
solvencia por Juan Echanove. De padre alemán y madre francesa, Max Aub
(París, 1903.), fue la “Gran Guerra” la
que obligó a su familia a refugiarse en Valencia. En los años treinta destacó
como escritor comprometido ligado al PSOE, más concretamente a la izquierda
caballerista. Durante la guerra, Max Aub colaboró en el rodaje y en el guión de
Sierra de Teruel. Al final, Aub se
exilió en Francia pero fue denunciado e internado en los campos de
concentración hasta que en 1942 logró escapar del campo de Djelfa en Argelia y
embarcarse hacia México en donde vivió hasta su muerte, en 1972. Mediante la
combinación de imágenes de archivo, comentarios de diversas personas cercanas a
la vida y la obra del escritor y la interpretación de actores, Soler
reconstruye una biografía particular de Max Aub desde su nacimiento hasta su
muerte, siguiendo las diversas etapas de una vida llena de avatares y marcada
por los sucesivos exilios.
La
adaptación más importante de una obra de Max es Soldados (1977), de Alfonso Ungría, un fresco un tanto laberíntico
del antes y de la fase final de la guerra, cuarto largometraje de un joven realizador (1946) que ya había
realizado El hombre oculto y Tirarse al
monte, es una adaptación muy libre de la novela Las buenas intenciones, de Max Aub. Muy estimada por cierta
crítica, Soldados tuvo una
distribución muy deficitaria. En esto influyó el que resultaba un drama
psicológico bastante complejo, amén de una visión de la agonía del ejército
republicano. Ungría la presenta como: “Más que sobre la guerra, pretendí
reflexionar sobre esa situación social límite de la que hablaba, procurando en
todo momento el no caer en el maniqueísmo habitual. Los personajes del bando
republicano de la película son humanos en cuanto yo me acerco a ellos con mi
afecto y mi simpatía y, por tanto, los enfrento con sus virtudes y sus
defectos. Incluso, su gran crispación creo que resulta evidente que no viene
dada por una especial maldad, sino por los condicionamientos a que se ven
sometidos dentro de su entorno (…) Efectivamente, no es una película política,
porque para hacer una película de esas características se necesitaría una
disposición reflexiva en cuanto a la dialéctica del pasado, del presente y del
futuro de la que en este momento estoy muy alejado. Sin embargo, todos mis
actuales deseos son de incidir en un cine más espectacular, y explico lo de
espectacular: no quiero decir con ello que hay necesidad de grandes superproducciones,
con gran aparato de escenarios, decorados, escenas de acción, etcétera, sino de
devolver al cine esa cualidad de fascinación y emotividad de la que últimamente
le hemos -me incluyo- despojado un poco, probablemente a causa de los necesarios
simbolismos a los que nos obligaba una censura montaraz.”
En el terreno del documental biográfico centrado
en la recuperación de la memoria del
exilio sería injusto olvidar las aportaciones de Domènec Font (1950-2011),
destacado militante de formación marxista, como ensayista, su obra se
inicia en 1974 con Un cine
para el cadalso, junto a Román Gubern y
continuó con Del azul al
verde: el cine español bajo el franquismo (1976),
ambas obras dedicadas a la censura franquista en el cine. Durante los dos últimos
años de vida, Cuerpo a cuerpo,
considerado su “testamento fílmico”. En 1986 realizó media docena de trabajos
de gran valor introductorio para la serie “La memoria fértil” de una dora
aproximada de duración. Se trata de María Zambrano, el éxtasis de la palabra,
Jorge Guillén, Ramón Gómez de la Serna y especialmente, Luis Cernuda. El deseo existe, la realidad
extingue, retrato fílmico de un poeta cuyo reconocimiento no está al altura
del valor excepcional de su obra, que fue maldito incluso entre los exiliados
por profesor un amor que no osa decir su nombre y que sentimiento el haber
nacido en aquella España como un dolor insufrible. Aunque obviamente, lo
importante es la obra, Font no se olvida en dejar claro los posicionamientos de
los protagonistas, así por ejemplo sentimos el rechazo sin paliativos del
fascismo por parte de María Zambrano o las proclamas de Cernuda por la memoria
de los de abajo…
Que la cultura fue
mayoritariamente republicana lo demuestra también el detalle –no necesariamente
representativo- la mayor parte de
Premios Nobel españoles lo fueron, comenzando por el pusilánime y olvidado
Jacinto Benavente (1922), que fue condenado al ostracismo en la posguerra;
Severo Ochoa en fisiología y medicina (1950),
Juan Ramón Jiménez (1956), Vicente Aleixandre (1977) A este detalle cabe
añadir otro: el mito de Picasso y del Guernica que se convirtió en el póster más emblemático de la historia
junto con el retrato del Che de Korda. También rememorar a artistas tan
íntegros como Joan Miró que contribuyó igualmente con sus cuadros a la guerra y
a la resistencia (la policía franquista estaba convencida de que todos los
pintores famosos que permanecieron eran “comunistas”) y Pau Casals…
Todo el movimiento
surrealista tuvo “su guerra de España”. En los años treinta el movimiento
dividió entre una minoría afín al estalinismo (Louis Aragón, Paul Eluard,
Buñuel), y una mayoría que apoyó con entusiasmo al POUM y a la CNT, y fue clave en la
denuncia del asesinato de Andreu Nin. Un destacado combatiente y surrealista
fue Eugenio Fernández Granell (1912-2001), sobre el que existe un pequeño
documental: Granell. El surrealismo como
arte, el surrealismo como vida. Eugenio fue un destacado intelectual y
militante de identificación trotskiana muy comprometido con el POUM tanto en la
guerra como en el exilio, aunque e definió de “profesión antiestalinista”.
Entre sus talentos polifacéticos figura una actividad cinematográfica compuesta
de seis películas experimentales siguiendo la tradición creada por Man Ray y
Marcel Duchamps.
Una fuente de primer
orden sobre la cultura del exilio es el programa de Joaquín Soler Serrano
(1977-1978) señala un hito en lo que a la libertad de expresión en la RTVE se refiere, pero también
por la altura cultural de sus participantes como por la capacidad del
periodista de hacer hablar hasta a los más retraídos, como podía ser los casos
de Gabriel Celaya (1911-1999); de Antonio Buero
Vallejo (1916-200), seguramente el autor de teatro más valorado, más crítico
con los dogmas del régimen. Buero vertió en la entrevista su propio testimonio
estremecedor sobre las condiciones “de vida” en estos campos; del pintor
(José) Manuel Viola (1916-1987) que ofrece su testimonio que evoca sus inicios
en los primeros años de la
República en los que las actividades culturales afloraron un
poco por todas partes y sobre su pertenencia al POUM…Aparecen también entre
otros Francisco Ayala, Joan Brossa, Juan Larrea,
etc. Se trata de un programa excepcional desde el punto de vista de la memoria
cultural republicana y obrerista.
Notas
1/ La serie pretende ser un homenaje al medio millón de españoles que
tuvieron que abandonar su país al término de la guerra civil y ha sido
preparada durante siete meses, entrevistando a un centenar de personas entre
Europa y América, entre ellos el propio narrador, el actor Alberto Closas.
Estaba dividida en tres capítulos: Empieza el éxodo, está dedicado a narrar la experiencia
de aquellos niños que dejaron su país con destino a México, Reino Unido,
Francia y la Unión
Soviética; Años de sufrimiento, centrado en los campos de
concentración del sur de Francia y continuó con la II Guerra Mundial y los
campos de exterminio nazis; La diáspora cultural, que se centra en los exiliados que se
establecieron en América. México, Argentina, Chile, Venezuela, Cuba, fueron
países que acogieron a los españoles y sobre los que la influencia intelectual
y cultural de éstos dejaría notables huella
2/ Javier Tusell
que había actuado como “comisario” político-cultural en la TVE en la época de la UCD, se vio llamado a llamar
la atención a Alfonso un artículo aparecido en la revista Clío (nº 13, p. 18, noviembre, 2002)
3/ Más de 100 años (Pedro Carvajal, 2013), un largometraje documental sobre la historia –oficial- del
PSOE, responde a este esquema mostrando
su predilección por la opción representada por Julián Besteiro que, aún siendo
la más moderada poco o nada tiene que ver con el PSOE de la Transición. En el
tratamiento de la guerra, en ningún momento se argumenta desde el punto de
vista de la clase obrera organizada, destinada a jugar un papel de soporte de
loas tramas políticas liberales. El documental resulta una buena muestra de
cómo la historia se puede doblar como sí fuese goma. Esto resulta evidente
contemplando a Alfonso Guerra hablando de la combatividad obrerista y de la
honestidad integral de Pablo Iglesias, escuchar a Virgilio Zapatero (el ahora
famoso consejero de Bankia) contando como Fernando de los Ríos no podía admitir
el desprecio de Lenin por la libertad. Sin olvidar a Felipe González diciendo
que el PCE clandestino representaba a
“otra dictadura”.
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