Joan Fontaine, Rossana Podestá y
Lolita Sevilla. Tres actrices para la memoria.
Sevilla, aparecen como recuerdos luminosos.
Encuentro penoso que los obituario
de Joan Fontaine (Tokio, 1917), fallecida mientras dormía en su casa de Carmel
(California) a los 96 años, hayan dedicado tanto espacio a sus problemas
familiares con su hermana, Olivia de Havilland. A mí parece que ese es un enfoque primario,
muy propio de esa parte “rosa” de la prensa que ha dedicado toneladas de tintas
sobre las presuntas tensiones del matrimonio Obama, mientras asistían al mayor
espectáculo de hipocresía de los últimos tiempos: el entierro del “terrorista” Nelson
Mandela.
Y puestos a revalorizar, recordemos que Joan Fontaine protagonizó
una más que notable Jane Eyre junto a
Orson Welles, o September Affair
(1950), con Joseph Cotten. También fue la primera actriz caucásica que tuvo un
romance con un negro en la irregular pero sin duda interesante obra de Robert
Rossen, Una isla al sol (1957), con un espléndido James Mason…Pero
lo más chocante es el poco reparo que ha
merecido Cartas de una desconocida,
la insuperable adaptación de la pequeña obra de Stefan Zweig realizada por el
austriaco Max Ophuls (su nombre real era Max Oppenheimer), y en la que ella
logró sin duda la mejor interpretación de su afortunada carrera. Cine literario
por excelencia, esta la historia de amor entre Lisa Bernal (una magnífica Joan
Fontaine) y Stefan Brand, el pianista interpretado con una extraordinaria
naturalidad por Louis Jordan deviene en una dirección de actores magistral, si
bien esto se debe a la perfecta caracterización que tienen sobre el guión, el
cual resulta de una factura impecable en la forma de presentar y definir cada
rasgo psicológico del elenco protagonista, de tal manera que juega con la
difícil tarea de hacer creíble una historia extremadamente romántica al dotar a
cada personaje de una naturalidad de la
que el espectador –que ha entrado de pleno en la historia- acaba formando parte.
Parece no haber dudas de que tanto Olivia de Havilland y
Joan Fontaine como Eleanor Parker (a la que ya me referido días atrás en otro
artículo, Mujeres en prisión. Un recuerdo
de Eleanor Parker) fueron mujeres
afortunadas, nacidas en familias ricas y cultas, que llegaron a lo más alto en
la época dorada de Hollywood, pudieron trabajar, casarse,. Divorciarse, recibir
honores y vivir plácidamente hasta casi llegar a centenarias, como quizás el
caso de Olivia, todo lo cual no
significa que a la mejor no fueron más felices que otros mortales mucho más
modestos. Sobre esto sabía Orson Welles
que comentó sobre la “vida maravillosa” de Rita Hayworth, Sí esto es felicidad, palabras que luego sirvieron para dar el
título a una elaborada biografía de la protagonista de Gilda.
Más cercana a nuestros ámbitos
resultaba Carla Dora Podestà, alias Rossana (1934), nacida en Trípoli cuando
Libia formaba parte de los dominios del Reino (fascista) de Italia, de donde la familia tuvo que
regresar. El personal más memorioso la recordará de una película del olvidado
Léonide Moguy, en Mañana será otro día (Domani è un altro giorno, 1951),
continuación de Mañana será tarde (Domani è
troppo tardi, 19499, en la que debutó Pier Angeli. Tanto la una como la otra fueron consideradas
películas muy atrevidas papa la época, y armaron un cierto revuelo por estos
andurriales en los tiempos en los que hasta el beso final con los labios
cerrados, era prohibidos cuando tapados por la mano de algún cura que llevaba
su celo inquisitorial hasta la sala de proyección. Es la época de Guardias y
ladrones (Guardie e ladri, de
Steno, Stefano Vanzina y Mario Monicelli (1951), con Totó y Aldo Fabrizi; Gli angeli del quartiere, de Carlo
Borghesio (1952); y de Le ragazze di San Frediano, di Valerio
Zurlini (1954).
En estos tiempos de doble moral (se
podía torturar al pueblo, pero las mujeres no podían enseñar ni el tobillo),
irrumpió Rossana como una de las “maggioratas” más bellas y más osadas del
pujante cine italiano. Su sensualidad atravesó el Atlántico cuando en 1953 rodó
en México La Red, de “Indio ”Fernández.
Al año siguiente puso su planta en el “peplum”, el género en el que fue más
conocida, encarnando a la seductora Nausicaa,
en el Ulises de Mario Camerini
al lado de Silvana Mangano como Penélope, Kirk Douglas y Anthony Quinn. A
continuación será escogida por encarna a Helena de Troya (1956).al lado de
Jacques Sernas en una nueva entrega de Homero que no está a la altura de lo que
se prometía, además Rossana luce un rubio nórdico imposible, y la película
pasará con más pena que gloria a pesar de sus buenos momentos y de las notables
intervenciones de los secundarios. La lista de películas “de romanos” es
bastante larga, en ellas hay títulos de cierto interés, destacando entre otros
la muy increíble Sodoma y Gomorra (1962), dirigida cuatro manos por Robert
Aldrich y Sergio Leone, y en la que la Podestá fue la hija más lujuriosa del patriarca
Lot (Stewart Granger), la que más encendió nuestras perversiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario