viernes, 3 de junio de 2016

El asesinato de Lorca en el cine





El asesinato de  Lorca en el cine

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El caso de Federico García Lorca (1898–1936) resultó el asesinato más célebre de los muchos perpetrados por los golpistas desde el inicio de la guerra hasta pocos del fallecimiento de Franco. Según Ian Gibson Lorca, su muerte y su proyección, significaron una aportación importante en las conquistas democráticas. La batalla por la verdad de su asesinato por encima de la maraña habitual de los adictos acabó imponiéndose antes que en otros casos. Poeta, dramaturgo y prosista de reconocido talento para otras artes, homosexual con todas las consecuencias, fue y sigue siendo, el asesinato más célebre de todos los perpetrados por los sublevados que no podían soportar alguien así, tan libre. Teniendo en cuenta que fue un poeta enamorado desde mucho antes de las imágenes, era natural que el cine le inspirase  una línea de afinidad y que, por la riqueza y trascendencia de su trayectoria, le dedicara una atención especial. Dicha afinidad no tuvo ninguna traducción concreta en su tiempo, aunque se cuenta que Un perro andaluz (1928 está inspirada en el poeta granadino.  De lo que no hay es que el cine mostró un gran interés por su vida, su obra y su muerte aunque hasta el momento “el Lorca” de cine más importante sigue siendo Lorca, muerte de un poeta, una producción televisiva dirigida que fue el último trabajo importante de Juan Antonio Bardem, 1/ quien rompió en 1987 el tabú. Bardem trabajó con fragmentos de noticiarios y otros documentos de la época para dar mayor veracidad a una trama sobre la que fue asesorada por el historiador irlandés Ian Gibson, un investigador que había llegado hasta las últimas circunstancias de este crimen, incluyendo los nombres y apellidos de su principal ejecutor.2/
En cierta medida, no era otra cosa lo que sucedía en La luz prodigiosa (2003), que aborda la cuestión desde una hipótesis totalmente imaginaria. Obra de Miguel Hermoso (Truhanes), se basada en una novela de Fernando Marías en la que el autor fantasea sobre la posibilidad de que García Lorca (Nino Manfredi en la película que fue su última y muy digna interpretación) no hubiera muerto ejecutado y hubiera terminado sus días como un vagabundo cualquiera por Granada. Hermoso indica:”…la película no cuenta ningún pasaje biográfico de la vida de Lorca. Federico es más bien un mito y una alegoría. A través de esa historia llegamos a hacernos algunas reflexiones sobre la solidaridad humana, o cómo se trata a los artistas desconocidos y anónimos. Y añade que: Por encima de la tragedia de su asesinato lo que la historia plantea es la tragedia íntima de Federico de venir a Granada, a su ciudad, pensando que iba a sentirse más protegido, y encontrarse de pronto perseguido, acosado y, finalmente, fusilado por sus propios paisanos. Es algo de lo que nos avergonzamos todos los granadinos. Sin ser nada del otro jueves, el filme tiene su  encanto y resulta infinitamente mejor que el insufrible subproducto yanqui, Muerte en Granada (The Disappearance of Garcia Lorca, España-EUA, 1997)
Según el especialista Rafael Utrera "Desde su muerte, tanto su biografía como su obra han tenido una gran presencia en el mundo del cine, en especial por su simbología y sus imágenes tan personales" Tanto es así que la "filmografía en construcción" del poeta granadino, alcanza ya la cantidad de más 200 títulos, 3/ en su mayor parte documentales. Entre ellos cabría registrar Lorca, el mar deja de moverse (Emilio Ruiz Borrachina, 2000), un trabajo de investigación que detalla las últimas horas del poeta Federico García Lorca y la trama política y familiar que concluyó con su asesinato, perpetrado en la represiva y sangrienta Granada de 1936. Por primera vez se descubre, con nombres y apellidos, a los culpables de tan siniestro crimen. Teniendo como base las investigaciones del historiador Ian Gibson de los años 70 y 80, los investigadores granadinos Miguel Caballero y Pilar Góngora han dedicado varios años a la búsqueda de documentos de archivo, inaccesibles durante muchos años, y a recabar testimonios orales de personas presentes o cercanas a los hechos. El mar deja de moverse, que es la definición que Lorca da sobre el asesinato en un verso de Poeta en Nueva York. Está también Lorca, así que pasen cien años (Rioyo y López Linares, 1998),  de indudable interés divulgativo en el que se repasan todos los pliegues personales y artísticos del poeta pasando por Granada, Madrid, Cadaqués y Galicia al tiempo que en enfoca su doble pasión por lo popular y por las vanguardias, en particular por el surrealismo que ya venía incorporado a su propia naturaleza.
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Entre los filmes “lorquianos” de ficción sobresale A un dios desconocido (Jaime Chavarri, 1977) una película bastante distinguida en la que se aprecia una importante huella del poema Oda a Walt Whitman, del libro Poeta en Nueva York. Trata de la historia de José (magnífico Héctor Alterio), un mago homosexual de 50 años, vivió su infancia en Granada. Su padre era jardinero en la casa de los Buendía. Allí vio alguna vez a Federico García Lorca. Una noche de julio del 36, un grupo de fascistas asesinó al padre de José a las puertas del jardín. Hoy José siente la necesidad de volver al lugar de su niñez. Tal vez para recuperar la memoria, quizás para enterrarla definitivamente. Y también siente la necesidad de desvelar a Miguel, su actual amante, lo más recóndito de sus sentimientos…
Aunque en el ámbito de “el amor que no osa decir su nombre”, García Lorca es la referencia más conocida, también resulta muy popular el del cantaor Miguel de Molina cuya historia inspiró en no poca medida Las cosas del querer (1989), exitosa obra de Jaime Chavarri que llegó a tener una secuela (muy inferior) La trama nos lleva a la defensa de Madrid, con el encuentro entre dos milicianos que son amigos íntimos, Juan y Mario (Ángel de Andrés y Manuel Bandera) con una cantaora de moral circunstancial, Pepita (Ángela Molina) A pesar del terror falangista,  consiguen sobrevivir en el mundo paralelo de la farándula donde la homosexualidad de Mario les lleva hasta las fiestas de la “alta sociedad” donde la hipocresía del nuevo régimen se muestra con toda su obscenidad y cutrez.
El franquismo llenó el país de prostítubulos con mujeres que no pudieron tener otra opción en la vida.
1/  Bardem fue la víctima más perjudicada por la censura franquista que le impidió y mutiló la mayor parte de sus proyectos y de sus obras. En 1949 realizó un cortometraje. Paseo sobre una guerra antigua. De un modo obviamente críptico, evocando el recuerdo de un cojo que se pasea por el estadio de las Ciudad Universitaria mientras los estudiantes se dedican a sus ejercicios gimnásticos. No hay que decir que el hombre perdió su pierna en aquel lugar, clave en la defensa de Madrid.
Resultado de imagen de El asesinato de  Lorca en el cine2/ El caso del ultraderechista Ramón Ruiz Alonso (un católico violento e intolerante) es el único asesino del bando franquista que ha tenido que responder cuanto menos a la opinión pública, hasta acabar exiliado por opción propia. Este caso nos plantea la tragedia de la familia, ajena al horror y en no poca medida, víctima. El caso ha sido estudiado exhaustivamente por autores como Ian Gibson y Antonina Rodrigo. Las hijas de Ruiz Alonso padecieron la carga maldita del padre y hasta se cambiaron el apellido. Para mas detalle me remito a mi artículo: Terele Pávez y la caja de música (2014. Kaosenlared.net/.../69019-)
3/ Cf: Rafael Utrera: Federico García Lorca: El cine en su obra, su obra en el cine / Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001. Alicante
4/ Tenemos un documental reciente, Testigos de un tiempo maldito (2013) en el que se visibiliza la represión y discriminación sufrida por las personas homosexuales y transexuales durante la dictadura franquista. La banda sonora está compuesta por canciones populares de Federico García Lorca interpretadas por el grupo Tupelopone, se ofrecen siete entrevistas a personas afectadas por la represión, una de las cuales (Octavio), narra que fue “detenido en Las Palmas y lo llevaron en barco hasta Fuerteventura. Una vez allí, les rapaban la cabeza y les paseaban en camión por la isla para humillarlos, a modo de escarnio público. Luego los metían en un campo de concentración (en España hubo 180), donde los obligaban a hacer trabajos forzados y donde vivían en condiciones infrahumanas, ya que dormían en el suelo y les daban palizas…”

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